La polarización actual es vieja.

 

Tuvo su génesis en el sexenio de Vicente Fox, cuando el desafuero como jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF) de Andrés Manuel López Obrador se convirtió en odio.

 

Se le quiso desplazar de la contienda electoral para el 2006 y para ello se aliaron los partidos Acción Nacional (PAN) y Revolucionario Institucional (PRI).

 

El 7 de abril de 2005 juntaron los votos necesarios para destituirlo por desacato al no suspender un camino en el predio El Encino, en Iztapalapa.

 

La iniciativa partió de la oficina presidencial y fue el secretario privado foxista, Alfonso Durazo -hoy gobernador de Sonora-, quien hizo las gestiones ante la Cámara de Diputados.

 

Luego Durazo lo interpretó como un acto para impulsar a Marta Sahagún.

 

En aquel momento quedó sellada la suerte actual: quienes estaban a favor del de Tepetitán y quienes pedían incendiarlo en leña verde.

 

Perdieron los últimos.

 

Y UN SEXENIO MÁS

 

La fragmentación se multiplicó en las campañas de 2006.

 

El oficialismo en su conjunto y el candidato panista a la Presidencia, Felipe Calderón, contuvieron el avance lopezobradorista con una frase real pero aniquiladora:

 

López Obrador es un peligro para México.

 

“No se midieron”, ha dicho el tabasqueño.

 

Pero no fue Presidente e, inconforme con los resultados electorales, movilizó a sus huestes con el plantón Zócalo-Paseo de la Reforma, para ampliar la división de la sociedad.

 

Con Calderón se estigmatizó más a López Obrador y esta segmentación prosiguió durante el gobierno del priista Enrique Peña Nieto.

 

Con una ventaja para el tabasqueño: aprovechó los errores peñistas –nos lleva al despeñadero, denunciaba con ingenio- y magnificó la corrupción del sexenio pasado.

 

El desprestigio del mexiquense le creó el espacio para llegar a Palacio Nacional en 2018, no para gobernar bien y satisfacer expectativas sociales, sino para vengarse de agravios.

 

Compró la semilla de odio sembrada por Vicente Fox -hoy en campaña contra Xóchitl Gálvez con sus dichos en supuesto apoyo- y multiplicó la polarización, con consecuencias graves para el país.

 

Así llevamos cuatro sexenios y nos amenaza uno más, el quinto del milenio, pues nadie cree a Claudia Sheinbaum su promesa de gobernar para todos los mexicanos y propiciar la unidad.

 

La elección estará marcada por simpatizantes de López Obrador -votos para Claudia Sheinbaum– contra adversarios de López Obrador -sufragios para Xóchitl Gálvez-, todo porque la pasión obnubila la mente nacional.

 

APOYO A CLAUDIA

 

Hoy es decisivo.

 

Los activistas/chantajistas de la CNTE deberán aceptar las condiciones de Andrés Manuel López Obrador y levantar su plantón en la Plaza de la Constitución.

 

¿Por qué?

 

Porque a más tardar mañana comenzarán los preparativos para el gran mitin de cierre de campaña del próximo domingo de la candidata lopezobradorista, Claudia Sheinbaum.

 

Esa sí es prioridad para Palacio Nacional, como lo fue quitar brillo a la gran manifestación de organizaciones sociales del domingo pasado para Xóchitl Gálvez.

 

Con un reto: deberán superar la asistencia desde la óptica oficial, pues si antier sólo se contabilizaron 90 mil asistentes a un Zócalo desbordado, la siguiente se verá igual, pero con más de 300 mil.

 

El espacio no crece, pero si el interés de la autoridad.

 

     @urenajose1

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