En el actual panorama económico, México emerge como un punto central de interés para las agencias de calificación. En un comunicado reciente, S&P Global Ratings confirmó la estabilidad de la perspectiva para el país, subrayando las condiciones macroeconómicas sólidas que se vislumbran en el horizonte, con un pronóstico de crecimiento del PIB real superior al 3.0% en 2023.

Esta predicción se sustenta en una robusta demanda interna y una inflación moderada, creando un escenario propicio para las elecciones y el cambio de administración en octubre próximo, lo cual, sin duda, ha generado cierto optimismo.

Sin embargo, las luces verdes coexisten con sombras persistentes. S&P señala que a pesar de la gestión macroeconómica cautelosa de las últimas dos décadas, México no ha logrado un dinamismo económico significativo en comparación con otros mercados emergentes.

En este punto, las perspectivas de la relocalización de cadenas productivas surgen como un posible catalizador del crecimiento, aunque acompañadas de desafíos como la seguridad energética, la infraestructura, la mano de obra calificada, el Estado de Derecho y, no menos importante, el estrés hídrico.

En ese marco, la independencia del Banco de México y su capacidad para seguir una política monetaria de metas inflacionarias, son destacadas como factores determinantes en la calificación de nuestro país. No obstante, la cautela se impone, y S&P plantea escenarios negativos que podrían debilitar el sentimiento de los inversionistas, desde fricciones en la gestión macroeconómica hasta retos en las relaciones comerciales transfronterizas.

Por otro lado, la OCDE ofrece una perspectiva menos alentadora en sus proyecciones de crecimiento para México. Sus estimaciones apuntan a un crecimiento del 2.5% en 2024 y del 2% en 2025. Aunque la organización subraya la estabilidad económica de México dentro de los países miembros del G20, también plantea un escenario en el cual la desaceleración no sería tan marcada como la pronosticada por el FMI.

Sin embargo, es interesante observar cómo las cifras de crecimiento de México en 2023, siendo el 2° país con la mayor subida del PIB entre los 12 miembros de la OCDE y del G20, contrastan con las proyecciones más moderadas para los próximos años.

Esta disparidad entre el pasado reciente y las expectativas futuras refleja la complejidad de la situación económica actual. Por ello, no cabe duda que nuestro país se encuentra en un cruce de caminos económicos, donde la estabilidad actual se entrelaza con desafíos y proyecciones menos alentadoras.

En tales circunstancias, la cautela macroeconómica persistente es un activo valioso, pero la capacidad para superar obstáculos estructurales y aprovechar oportunidades será crucial para alcanzar un dinamismo económico sostenible. Mientras el país se prepara para las elecciones y un cambio de administración, la gestión prudente y la capacidad de adaptación serán clave para navegar por las aguas económicas –que por el momento se nos presentan como inciertas.

 

Consultor y profesor universitario

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