El culto a la personalidad exalta las cualidades de un individuo hasta convertirlo en una especie de ser infalible, incorruptible, con características que van más allá de las posibilidades humanas. Borra errores y construye seres infalibles e incorruptibles, una especie de superhumano.

Ausente la crítica de este tipo de adoración, ha encumbrado a personajes que se han convertido en tiranos. Por eso es cuestionable, y ha sido analizado por el daño causado a naciones enteras y a movimientos políticos y sociales.

A finales de los 80 se conoció en la Unión Soviética un texto que Nikita Kruschev, pronunció 30 años antes en un Congreso del Partido Comunista; el entonces Primer secretario de ese partido criticaba y reflexionaba sobre el daño que causó en su país este tipo de culto que relegaba el principio del gobierno colectivo, y que fue aprovechado por José Stalin para acumular tanto poder que difícilmente alguien se atrevía a disentir de él sin ser acusado “enemigo del pueblo”, un concepto que condenaba al ostracismo y hasta la tortura precisamente por ser eso, “enemigo del pueblo”.

“El culto a la personalidad ha sido causa de que se empleen falsos principios en el trabajo del Partido y en la actividad económica; engendró la violación inicua de la democracia interna del Partido y del Soviet. Esterilizó la administración, causó desviaciones de muchos tipos y propició el encubrimiento de limitaciones personales, tergiversando la verdad. Nuestra nación engendró a causa de él muchos aduladores y especialistas en falsos optimismos y en el engaño”, se explica en ese curso atribuido a Kruschev.

En la historia se pueden encontrar otros ejemplos de líderes encumbrados y fortalecidos con ayuda del culto a la personalidad, muchos de los cuales se convirtieron en tiranos: como Hugo Chávez, Fidel Castro, y actualmente Daniel Ortega, entre otros.

Por eso son cuestionables los discursos y acciones que en una democracia abonan al culto a la persona, que muchas veces tienen como objetivo, aprovechar su cercanía al caudillo para aprovecharse del poder que les puede dar pertenecer a ese exclusivo círculo de aduladores.

Como parte del culto a la personalidad, “los corifeos del caudillo”  lo justifican todo y convierten la crítica en ataques…

 

#LoboSapiensSapiens

En busca de una palmada…

El obsequio de bustos del Presidente de parte de senadores, como un presente de fin de año, se acerca más al intento de obtener una palmada en la espalda, o un guiño para lograr un beneficio, que mostrar la mera admiración al líder.

La aparición de una estatua en algún municipio gobernado por el partido del Presidente, como pasó en 2002 en Atlacomulco, en pleno mandato de AMLO son acciones que buscan más la adulación a quien tiene el poder de conceder una candidatura o un ascenso en la política que rendir un homenaje a quien apenas iba a la mitad de su gobierno.

Y ni se diga del adularlo en transmisiones en vivo con frases que lo pretenden equiparar con un hombre que no contagia de Covid-19, porque su fuerza “es moral” y “no la del contagio”.

 

     @chimalhuacano