La guerra es una de las plagas más terribles que pueden afligir a la humanidad. Se trata de una cosa demasiado seria para dejarla en manos de los militares, aseguraba Tolstói. Durante los últimos días he reflexionado bastante en torno a esta frase, y más aún, en medio de la compleja situación geopolítica, donde el nombre de Yevgeny Prigozhin, fundador y líder del grupo paramilitar Wagner, ha surgido como protagonista de eventos recientes que han generado gran controversia y especulación a nivel global.

Prigozhin, a lo largo de los últimos meses, ha lanzado repetidas acusaciones a las fuerzas militares, apuntando específicamente al ministro de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigú, y al jefe del ejército ucraniano, Valery Gerasimov. Sin embargo, la situación se agravó cuando, tras una serie de publicaciones, el líder mercenario lanzó amenazas de represalias luego de acusar a las élites militares de haber causado la muerte de un gran número de sus fuerzas en ataques contra sus campamentos.

Prigozhin sostuvo que las tropas de Putin tenían la intención de desmantelar al Grupo, lo que lo llevó a anunciar una “marcha por la justicia”, que en un lapso de tan sólo 24 horas, avanzó hasta estar a 200 kilómetros de Moscú. Esta acción provocó una respuesta inmediata del Gobierno ruso, con el presidente Putin pidiendo a su aliado bielorruso, Alexander Lukashenko, que interviniera y resolviera la situación.

Dicha mediación resultó en un acuerdo que permitió a Prigozhin marcharse a Bielorrusia, retirando los cargos en su contra y facilitando la incorporación de los combatientes de Wagner a las estructuras militares formales, mediante la firma de contratos con el Ministerio de Defensa ruso.

No obstante, el impacto de estos eventos ha generado especulaciones y múltiples interpretaciones sobre las implicaciones para la estabilidad del Gobierno ruso. Algunos argumentan que el hecho de que Prigozhin haya intentado liderar una insurrección y la necesidad de negociar un acuerdo, reflejan una debilidad en el liderazgo de Putin y podrían ser el inicio de su declive. Otros sostienen que la respuesta rápida y contundente del gobierno ruso, así como el alineamiento de los actores políticos en torno a Putin, demuestran que este episodio podría fortalecer su posición.

En cualquier caso, queda claro que la situación es compleja y fluida, con múltiples intereses en juego. En ese sentido, destaca la muestra de respaldo china, pues aunque Beijing ha mantenido cierta cautela y ha considerado el incidente como un asunto interno, su apoyo demuestra la importancia que China atribuye a mantener a Rusia como un socio estratégico clave.

Sin embargo, desde nuestra latitud, a 10 mil 719 km de distancia del Kremlin, poco podemos ahondar con claridad, sobre todo cuando desde el principio hemos advertido noticias, especulaciones y desinformaciones claramente cuestionables y hechas a medida en torno a una narrativa. Al final serán los hechos los que pondrán los momentos y lugares en la historia.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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