Marcelo Ebrard despierta la simpatía de las clases medias, esas a las que con tanto desprecio se refiere el presidente López Obrador al menor pretexto.

Peeeero, el canciller está perdiendo los puntos que tenía en ese sector al que ninguna otra corcholata, salvo Ricardo Monreal, han volteado a ver.

Sucede que, como canciller, Ebrard apoyó la entrega de la Orden del Águila Azteca al dictador cubano Miguel Díaz-Canel, lo que contradice en los hechos el discurso hueco del Gobierno humanista.

Tampoco se ha manifestado en torno a los abusos y arbitrariedades cometidas por otro dictadorzuelo, Daniel Ortega en Nicaragua, quien persigue, encarcela y quita la nacionalidad a sus opositores.

La semana anterior, LatinUs presentó un reportaje en el cual se exhibe que un empresario designado “cónsul especial’’ de Nicaragua para el norte de México, ha recibido contratos por más de 3,000 millones de pesos del Gobierno de la 4T.

Nadie en el Gobierno salió a rebatir la información y mucho menos a explicar el sospechoso compadrazgo.
El silencio del canciller sobre estos temas es quizá más grave que el pleito que sostuvo con la embajadora emérita Martha Bárcena.

Gobiernos como el de Gabriel Boric han salido a condenar públicamente a Ortega y a ofrecer asilo a los expatriados; pero en México, cuya política exterior había sido una de sus mejores cartas de presentación, su Gobierno ha guardado un silencio cómplice.

Ebrard tendría que pronunciarse ya.

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Los panistas mexiquenses hicieron ayer su candidata al Gobierno del Estado de México a Alejandra del Moral.

Lo que parecía una locura o algo imposible de ver se concretó ayer en un evento celebrado en Huixquilucan.

Solo falta que el PRD realice un evento similar para amarrar la coalición que competirá por el Gobierno estatal, uno de los dos que no ha tenido alternancia nunca.

El otro es Coahuila, que también tendrá elección de gobernador este año.

Ahora lo que falta en la coalición es que los acuerdos tomados en la cúpula aterricen a la base para que ésta se pueda movilizar.

Los panistas deben convencer a su propia base de por qué es importante votar por una candidata de origen priista y los tricolores tendrán que convencer a panistas y perredistas.

Todos los partidos tienen un periodo de intercampaña que termina el 4 de abril cuando comienza la campaña formal.

O sea, tienen mes y medio para aceitar la máquina, como sea.

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En el Senado se debatirá -es un decir- el dictamen sobre la llamada cláusula de vida eterna, esa que le da vida artificial a los mini partidos para que sigan mamando del erario.

La que está actualmente, permite dos tipos de asociación partidista: la coalición, que implica que dos o más partidos postulen a un candidato común, pero en la boleta electoral aparece la foto del candidato con el logo individual de cada partido que lo postula.

Así, los votos que recibe cada partido son individuales y no se comparten.

La otra figura es la del candidato común, en la que dos o más partidos acuerdan llevar a un solo representante.

La diferencia con la coalición es que los partidos que participan acuerdan antes el porcentaje de votos que recibirán y en la boleta el candidato aparece con los logos de los partidos postulantes.

Así pues, el mayoritario se queda con 60% y el resto se va repartiendo.

Lo que no se vale, y eso es lo que trata de evitar en el Senado, que el partido mayoritario le diga a una rémora, ten, me sobraron estos miles de votos, para que siga pegado a la ubre presupuestal.

LEG