Un nuevo atentado contra un sacerdote ocurrido la mañana de ayer movió a la jerarquía católica que ve desinterés en el Gobierno de atender estos eventos.

Se trató del sacerdote Felipe Vélez, que recibió un disparo en el pómulo derecho cuando se dirigía, en auto, de Chilapa a Chilpancingo.

Los reportes médicos indican que se encuentra fuera de peligro, pero el hecho es que en México, la delincuencia que antes respetaba a los ministros religiosos, de cualquier credo, ahora los ven como posibles “clientes’’.

Lo dramático de este hecho es que ni el asesinato de dos curas jesuitas con amplio reconocimiento social en la sierra de Chihuahua, ni las denuncias de obispos detenidos y amenazados por la delincuencia organizada o este nuevo atentado ha propiciado un acercamiento entre el Gobierno y la jerarquía católica y el resto de las religiones que se profesan en el país.

Raro, sin duda, si atendemos que algunas mañaneras son auténticamente predicaciones sobre moral, además del hecho de que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador reitera, cada que la ocasión lo amerita, que es admirador de Jesucristo.

Pero ya está visto que con sus predicadores no, pues no se conoce hasta el momento que el secretario de Gobernación, Adán Augusto López o cualquier otro funcionario de esa dependencia hayan tenido una reunión con los clérigos para atender sus reclamos.

Las iglesias dejaron de ser seguras -ha habido asesinatos dentro de ellas y en sus portales- y los sacerdotes ya no son intocables para la delincuencia de cualquier tipo.

En una entrega anterior comentamos cómo la jerarquía católica ha ido tomando posiciones en contra del Gobierno actual por no atender sus reclamos y permitir que se vulneren los lugares que antes se consideraban sagrados.

La iglesia mayoritaria se radicalizará y, con todos sus defectos, sus crímenes no castigados, tendrá un peso específico en la elección de 2024.

Minimizar su influencia o desdeñarla es un grave riesgo que, al parecer, el Gobierno decidió correr.

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Dice el senador por zacatecas, José Narro Céspedes, que la publicación de la desaparición de dos marinos que le fueron “prestados’’ por la presidenta municipal de Acapulco, Abelina López Rodríguez como escoltas, es una estrategia para impedir que sea el próximo presidente de la mesa directiva del Senado.

Nomás le faltó soltar una carcajada pues ni él cree que tenga posibilidades para ganar esa posición.

Lo que debería preocuparle a Narro son las inconsistencias en sus declaraciones sobre la desaparición de esos dos marinos y el hecho irregular de que Abelina López se los haya “prestado’’ para cuidarlo cuatro días.
Los marinos están desaparecidos desde marzo pasado y nadie sabe nada.

No se está responsabilizando al senador del hecho, pero él solo se encarga de sembrar dudas por sus inconsistencias.

Una cosa es segura, no será el líder del Senado para el próximo periodo de sesiones.

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Este fin de semana se realizarán los consejos distritales para la selección de los militantes que conformarán el Consejo Nacional de Morena.

El proceso ha estado plagado de irregularidades, de quejas de quienes no pudieron registrarse porque se los impidió la dirigencia local y porque en muchos estados se ve la cargada para beneficiar a un grupo.

Evidentemente que las corcholatas presidenciales querrán imponer al mayor número de seguidores en el Consejo Nacional pues será ahí en donde se decidan -ajá- las candidaturas del próximo año y las de 2024.

Un grupo fuerte estará en mejor posición de negociar.

El lunes se sabrá cuál de las corcholatas se llevó la mayor tajada del pastel guinda.

LEG