La casa de los tubos
Fotos: @Pedro_Torrijos La casa de los tubos albergó decenas de leyendas y una verdad que hoy parece volver a repetirse  

La historia popular, esa que se construye a través de la lengua, de los testimonios que pasan de boca en boca, pero, también, de las experiencias vividas que quedan impresas en algún papel tiene en “La casa de los tubos” a una de sus hijas predilectas.

La casa se encuentra en Monterrey, Nuevo León, y a su alrededor se tejen verdaderas historias de terror. Actualmente es una de las joyas arquitectónicas de México debido a su construcción, la cual obedece a su pequeña habitante: una niña en silla de ruedas que necesitaba rampas… muchas rampas.

Cuenta la leyenda que allá por 1970, 1980, al Monterrey “viejo”, ese que paliaba la crisis con música de Los Líricos de Terán y cuya población se manifestaba por los excesivos cobros de gas y luz, llegó un señor, un fuereño, con la niña mencionada.

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Con el misterio rodeándolo siempre, el individuo, del cual poco o nada se sabe, pero del cual, también, todos los ancianos de la zona recuerdan alguna anécdota, compró una parcela en la colonia Contry, en Guadalupe, desde la cual la vista del cerro de la silla era envidiable.

Con el tiempo, la casa, aún en obra negra, fue ganándose el mote de la de los “tubos” debido a estas formas redondas que parecían querer tocar el cielo neolonés, que en ese entonces comenzaba a industrializarse.

Cuenta el arquitecto y escritor Pedro Torrijos que el hombre ordenó al arquitecto: “Quiero que mi hija pueda moverse libremente por la casa… Y el arquitecto diseñó una casa llena de rampas que ascendían en recorridos leves hasta llegar a las últimas plantas, donde se abrían enormes ventanales con vistas a la ciudad”.

En las charlas de café, atole de mezquite, pinole, agua mineral topo chico o, más aún, una cerveza bien fría, aún se escucha cómo los más longevos recuerdan los dichos de los albañiles que construyeron la vivienda la cual, según sus propias palabras, les hablaba y les ordenaba salir de allí.

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Las desgracias

Con la obra a medio (o quizá más) terminar, una noche el propietario convocó a albañiles y arquitecto a una reunión para echar cerveza, pero también comer cabrito y arrachera… Todos bebieron menos uno de los maestros llamado Alberto, el más serio y trabajador.

Como los humos del alcohol se apoderaron pronto de todos, al final cada uno se fue a su casa como pudo para al día siguiente regresar temprano, un poco crudos, a la obra que parecía no tener fin y descubrir el cuerpo de Alberto en el fondo de una de las rampas… Estaba destrozado.

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Ya sin albañiles, el propietario de la vivienda no se dio por vencido y aferrado contrató a otra cuadrilla hasta que su hija falleció en el lugar tras, según testimonios que hasta México Desconocido recaba, volar misteriosamente algunos metros sobre uno de los tubos para caer estrepitosamente después al suelo.

“Tú no perteneces aquí, tú no perteneces a mi mundo”, escuchó supuestamente el padre quien se marchó de Monterrey bajo el mismo halo de misterio con el que llegó, para no volver jamás.

¿Qué pasó con la casa y su maldición?

Como era de esperarse, la obra negra de los “tubos” albergó durante más de cuarenta años a delincuentes, suicidas y demás seres con mentes retorcidas que buscaban entre sus paredes un refugio ante la constante persecución de la que eran objeto.

Tras decenas de apariciones, supuestos pactos suicidas, muertes y más, la verdad es que, según, asegura el escritor y arquitecto Pedro Torrijos, la construcción forma parte de esa maldición que sembró miedo y pavor en el mundo entero: la crisis de 1977.

En México, por ejemplo, tras la apuesta de López Portillo al petróleo y el acuerdo establecido ese año con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para ya no endeudarse públicamente (que al final no se cumplió) los topes salariales fueron el pan de cada día, provocando un fenómeno que hasta la fecha se mantiene: la migración hacia Estados Unidos.

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Es conocido que a finales de los setenta, la crisis industrial azotó al mundo, provocado que hasta en Estados Unidos hubiera una bajada de salarios.

Lo cierto es que para el escritor, el dueño de la vivienda ya no pudo seguir pagando la construcción de la misma y simplemente fue abandonada como tantas más en el mundo, como, en España, la caracola de Toyo Ito en Torrevieja.

La maldición de la casa de los tubos pareciera hoy rondar nuevamente al mundo que enfrenta una de sus peores crisis, devenida de la terrible pandemia del Covid-19 que ha dejado a millones desempleados y a inversores y constructores sin fondos para emprender.

En 2016, la dichosa casa de los tubos se vendió, se reformó, y ahora es una gran obra contemporánea de lujo que hasta alberca tiene. La zona donde está ubicada se ha convertido en una de las más exclusivas de Monterrey, Nuevo León.

FF