La joven democracia en Myanmar vio su final este lunes. Fue escenario de un golpe de Estado, con vehículos blindados en las calles y manifestaciones de algunos partidarios del Ejército, una toma del poder sin violencia ni presencia militar masiva, pero lastimosa.

Todo ocurrió en unas cuantas horas. Poco después de las tres de la madrugada, cuando los observadores detectan interrupciones en las telecomunicaciones y el acceso a Internet.

Cuando le despertaron, un parlamentario, miembro del partido Liga Nacional para la Democracia, el movimiento de Aung San Suu Kyi, que vive en Naypyidaw, la capital, intenta averiguar qué está pasando.

“Miembros de mi familia salieron para intentar obtener información, las fuerzas de seguridad les dijeron que se fueran a casa, que los soldados estaban ante el edificio, donde viven los parlamentarios”, narró el diputado que no quiso identificarse por temor a represalias.

Unas horas más tarde, los militares llevaron a cabo una ola de detenciones, entre ellas la de la jefa de hecho del Gobierno civil, Aung San Suu Kyi, y del presidente de la República, Win Myint.

El Ejército bloqueó los accesos a Naypyidaw con tropas armadas y vehículos blindados, mientras los helicópteros sobrevolaban la ciudad.

En Rangún, los soldados del Tatmadaw, nombre oficial de las fuerzas armadas birmanas, toman el Ayuntamiento y bloquean el aeropuerto.

A continuación, los militares declaran en su cadena de televisión Myawaddy TV, el estado de emergencia durante un año y colocan a sus generales en puestos clave, poniendo fin de forma abrupta a apenas diez años de transición democrática.

El motivo de los militares para justificar el golpe, el tercero desde la independencia del país, en 1948, es un fraude electoral en las elecciones de noviembre, que ganó la Liga Nacional para la Democracia.

Infografía: Xavier Rodríguez

Ejemplo para bien… y mal

Los militares en Myanmar pusieron bajo arresto al presidente Win Myint y a la premio Nobel de la Paz y líder de facto del país, Aung San Suu Kyi.

Otro viraje para quien alguna vez fuera considerada un faro en la lucha por los derechos humanos, una activista que eligió perder su libertad para enfrentar a los militares que gobernaban con mano dura su país.

En 1991, “La dama” recibió el galardón, pero desde que se convirtió en lideresa de su país, en 2016, y tras la apertura democrática del mismo, Suu Kyi se ha visto condenada por líderes internacionales y activistas que alguna vez le dieron su apoyo, indignados por su silencio ante el éxodo de cientos de miles de musulmanes rohingya de Myanmar hacia el país vecino, Bangladesh, todo debido a una persecución militar.
LEG