El investigador Enrique Rosales Robles, Premio Nacional de la Sociedad Mexicana de la Ciencia de la Maleza 2015, afirmó que el glifosato es el herbicida más importante, seguro y costeable para la agricultura en México; precisó que los herbicidas se utilizan en 2 de cada 3 unidades de producción en el país, y dejó claro que el glifosato no es volátil ni residual, por lo cual son inexactos los supuestos daños que algunas agencias y actores sociales difunden en su contra sobre la salud humana y ambiental.

En ese sentido, durante el 1er. Foro Virtual: Mitos y Realidades Sobre el Glifosato en Voz de los Expertos, organizado por la Unión Mexicana de Fabricantes y Formuladores de Agroquímicos A.C. (UMFFAAC) y la organización Protección de Cultivos, Ciencia y Tecnología, A.C. (PROCCyT), se pronunció por no satanizar al glifosato que constituye 45% del mercado de herbicidas en México.

“Desarrollemos un debate científico en el país. Hay mucha ciencia que tenemos a la mano, y podemos tener una buena discusión sobre lo que tenemos que hacer en México si se quiere sustituir el producto”, señaló.

Por lo pronto, para el también integrante de la Sociedad Internacional de la Ciencia de la Maleza no hay en este momento un producto que pueda sustituir al glifosato con las características que éste ofrece. “Se ha hablado de utilizar en México el vinagre como herbicida; si bien permitiría controlar malezas pequeñas, sólo tendrá efectos temporales en malezas perennes. Y para nuestra sorpresa -el vinagre- es más tóxico que el glifosato”, indicó.

En el caso de los deshierbes a mano, prosiguió, resultan caros. “Estamos hablando de 200 pesos por jornal, y mínimo se requiere invertir 800 pesos en cada deshierbe por hectárea; incluso es difícil conseguir personal para realizar esa tarea”.

Añadió que otros herbicidas de contacto no controlan malezas mayores a 10 centímetros, y pueden dejar tramos verdes activos, lo que les permitiría a las malezas rebrotar. “Ningún otro herbicida tiene la sistemicidad del glifosato, y que tenga amplio espectro de control”, afirmó.

Sobre los herbicidas orgánicos a base de aceites, el Dr. Enrique Rosales señaló que ese tipo de productos no serían costeables en cultivos de maíz o sorgo.

Con base en los anterior, advirtió que “si se cumple la amenaza de que en 4 años ya no tendremos glifosato”, lo que procederá será usar otro tipo de herbicidas, sobre todo residuales, y en algunos casos el precio de producción se disparará hasta entre 900 y mil pesos por hectárea, contra los 160 pesos que hoy invierten los agricultores por litro de glifosato para proteger sus cultivos.

El experto recordó que el glifosato no se produce en México; se importa en su totalidad, y en noviembre se cumplirá un año de que el gobierno federal impidió la importación del producto.

Consideró que quienes más resentirán la falta del herbicida son los agricultores de algodón genéticamente modificado, desde Mexicali hasta el Norte de Tamaulipas, porque fue el glifosato el producto que les cambió la forma de trabajar al permitirles controlar las malezas perennes, principalmente la correhuela perenne, y proteger de mejor manera sus cultivos.

Al dictar la ponencia El Uso de Glifosato en México y su Impacto Ambiental, el especialista indicó que el glifosato no es selectivo. Es decir, permite atacar todo tipo de malezas antes de iniciar la siembra, y destacó que es de bajo impacto ambiental porque es adsorbido en el suelo principalmente en el primer centímetro de profundidad, tienen una vida media de 47 días, y es degradado por los microbios naturales de la tierra.

Respecto a la polémica en torno al glifosato a partir de la reclasificación que en 2015 hizo de ese producto -a probable cancerígeno- la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC), recordó que esa instancia no realiza investigación; basa sus dictámenes en la revisión de investigaciones publicadas en revistas científicas.

Hizo hincapié en que muchas agencias internacionales no coinciden con la IARC, y como ejemplo citó a la Agencia de Protección al Ambiente (EPA) de Estados Unidos, que en enero pasado liberó su dictamen que señala no haber encontrado ningún vínculo entre el uso de glifosato y el cáncer.

“Otro de nuestros socios en el TMEC, Canadá, tampoco está de acuerdo con la IARC. Lo mismo en Europa por parte de la Agencia de Protección en Seguridad en Alimentos, y otras agencias en países como Francia, Alemania, Suiza, Australia, Nueva Zelanda, Brasil, Japón y Corea. La misma Organización Mundial de la Salud, a través de la FAO en 2016, nos dice que no hay vínculo entre el producto y dicha enfermedad”, expresó.

Sin embargo, señaló, “insistimos en agarrar como válida sólo la única agencia que nos dijo que había problemas, y no tomamos en cuenta todas las demás”.

Para concluir, el investigador se refirió al tema sobre el que –dijo- se ha hecho mucha efervescencia en los últimos días en México: la presencia de glifosato en los alimentos, principalmente los derivados del maíz, como la tortilla.

Apuntó que además de que realmente no fue, como se dice, en 33 por ciento de los productos derivados del maíz en que se encontró el herbicida, sino en 28 por ciento, tampoco se informa que las concentraciones en el caso de las tortillas industriales fluctúan entre 0.01 y 0.011 partes por millón, lo que significa 100 veces menos el límite permitido por la COFEPRIS para el grano de maíz, que es de 1.0 partes por millón.

“El gran problema es el mensaje que le damos a la sociedad; es inexacto. Creo que debería estar basado en ciencia”, puntualizó.

 

DAMG