En 2014, el ébola causó grandes estragos en la economía mundial. Las bolsas de valores cayeron drásticamente, vuelos fueron cancelados y el pánico se extendió rápidamente. Y si bien, una vez que la crisis fue controlada, los mercados y la economía siguieron su curso, los países más afectados tardaron mucho más en recuperarse.

Sierra Leona, Liberia y Guinea vivieron de primera mano los estragos sociales que un virus de este tipo puede causar. Ahí, el turismo se desplomó, se redujo la inversión extranjera y comunidades enteras fueron acordonadas durante varios meses, colapsando su economía. Esto dejó graves cicatrices en sus sociedades, las cuales no se recuperaron al mismo ritmo que Wall Street. Las poblaciones de esos países tuvieron que trabajar arduamente mientras que el resto del mundo había pasado la página.

Hoy en día, el mundo se enfrenta a un nuevo coronavirus (Covid-19). Se ha estimado que el brote costará alrededor de 280,000 millones de dólares tan solo en los primeros meses de 2020. Empresas de dimensión transnacional han cerrado tiendas y cesado operaciones alrededor del mundo; se ha presentado también un desplome en el mercado bursátil y la gran mayoría de los titulares de los medios internacionales advierten una potencial crisis económica.

Afortunadamente, el riesgo económico para nuestro país es aún reducido, debido sobre todo a una dependencia media de la cadena de suministros y al bajo intercambio comercial que México mantiene con China. Al mismo tiempo, las inversiones en las industrias manufactureras y de ensamblaje que actualmente están teniendo problemas en los países asiáticos, dada la magnitud del virus en esas latitudes, podrían encontrar en México una opción viable para su redirección.

Mientras tanto, tal y como ya lo declararon instancias del Ejecutivo federal mexicano, las dependencias del gobierno se encuentran en total coordinación para facilitar los recursos necesarios que permitan atender a las personas contagiadas y para poder seguir con los programas de prevención y contención que eviten el esparcimiento del virus. Es importante señalar que, como parte de la visión de esta administración, no se escatiman los recursos para proteger a la población, especialmente a la más desprotegida.

Las epidemias siempre implican riesgos sociales y económicos. En un planeta tan globalmente conectado, resulta evidente que los efectos que el virus tenga en su lugar de origen tendrán un impacto en la economía mundial. Sin embargo, el correcto manejo de la situación, así como el contar con finanzas sanas hace que la economía de nuestro país se mantenga estable.

La coordinación entre dependencias gubernamentales, las características mismas del virus –se ha comprobado que no sobrevive en temperaturas altas– y la convicción del Estado por proteger y atender las necesidades de las mexicanas y los mexicanos en ésta y otras situaciones hace que los riesgos del nuevo coronavirus disminuyan en el país. Esto no implica que dejemos de aplicar las medidas preventivas indispensables, pero sí es muestra de la correcta articulación y del sentido social que esta administración demuestra con cada acción.

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