En medio de tantísimas montañas por las que atletas de diferentes especialidades han consumado la histórica ascensión, una solía lucir imposible de escalar, incluso prohibida su simple mención.

Si cada récord mundial representa una altísima cima, el Everest del olimpismo se ubica en los 400 metros de mujeres.

Por poner referencias. Desde mediados de los ochenta, la marca de los 100 metros varoniles ha sido mejorada catorce veces y la de los 5 mil femeniles se ha roto en diez ocasiones, así como tanto el maratón masculino como el femenino han consagrado más de diez nuevos récords.

Sin embargo, los 400 metros femeniles lucen intocables: ahí se compite sólo con el presente, mas no con el pasado, culpa de una deportista de la que todos dudan, pero en cuyas pruebas de dóping nunca se logró detectar nada ilegal. Marita Koch, velocista de la extinta Alemania Oriental, trituró ese registro en 1985 hasta colocarlo en 47.60 segundos. Marie-José Perec, quien cerraría su carrera entrenada por el polémico preparador que llevó a Koch hasta esa cifra inimaginable, antes conquistó dos oros olímpicos y no se acercó ni a medio segundo de Koch. Cathie Freeman, otra de las grandes en la distancia, se mantuvo más de un segundo lejos de la plusmarca.

El tiempo de Koch, sometido a suspicacias por el dopaje de estado auspiciado en la República Democrática Alemana (programa confirmado en innumerables archivos del aparato de espionaje de este país, la Stasi), es la mayor quimera del atletismo. Ahí no aplica lo de “todo récord está hecho para romperse” porque este tiene pinta de ser para la eternidad. O tenía.

La mayor noticia deportiva de los Mundiales de Doha 2019 (porque extradeportivas hemos tenido muchas más, entre estadios vacíos y climas que pudieron ocasionar una catástrofe), ha sido una competidora llamada Salwa Eid Nasser.

Nacida en Nigeria como Ebelechukwu Agbapuonwu, al mudarse al Bahréin de su padre se convirtió al islam y cambió de nombre. Bajo esa bandera ha hecho historia con 21 años. Su 48.14 es el mejor registro desde la proeza de Koch y, dada su juventud, permite pensar que acaso los 47.60 no sean tan imposibles.

La cima que ni siquiera se atendía por ilógica, ese Everest de los récords, por primera vez tiente tintes de ser escalable. La mayor de las sensaciones de Tokio podrá ser la sorprendente Salwa Eid Nasser, africana de origen como las tres atletas que han dado medallas olímpicas a Bahréin.

Twitter/albertolati

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