No debe preocuparse José Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por engrosar la lista de los personajes descalificados por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Más bien que se preocupen aquÉllos que reciban un espaldarazo presidencial por sus pronósticos económicos, porque seguro están equivocados.
Lo primero que no deben hacer aquéllos que quieran consentir a la 4T con estimaciones benévolas del comportamiento económico es confundir el desempeño del tipo de cambio con el desempeño del resto de la economía.

México es ese mercado emergente, con grado de inversión que hoy brinda un fantástico premio de una tasa de interés en moneda local arriba de 8%. Esto implica que, si hubiera riesgos de inestabilidad financiera interna, el grado de inversión es como la alerta sísmica que sonaría con tiempo para poder salir en dos clics del mercado local sin grandes pérdidas.

Gurría tiene esa doble obligación de señalar lo que no ve bien en la economía mexicana. Si Pemex es un riesgo financiero, si los proyectos de infraestructura elegidos por López Obrador son los equivocados, si no se genera confianza para la inversión.

Lo hace como cabeza de la OCDE y también como experto en la economía mexicana. Así que el ex secretario de Hacienda de México se puede regresar a sus oficinas de París, con todo y la acusación de que no tiene calidad moral para cuestionar al Gobierno actual, con la certeza que da el meme de moda: se tenía que decir y se dijo.

Gurría, el Banco de México, el Fondo Monetario Internacional, los bancos, los analistas, los periodistas y demás que están en la canasta de los fifís, mafiosos y de mala fe pueden quedarse con la tranquilidad de la honestidad profesional. Pero ciertamente con la intranquilidad de los efectos de un mal manejo de la economía.

Puede el Presidente seguir echando a los leones a sus críticos en ese circo montado para sus seguidores, mientras deje a sus propios expertos trabajar en la estabilidad financiera del país.

El nuevo recorte al gasto público anunciado en la Secretaría de Hacienda para apuntalar las finanzas de Petróleos Mexicanos es una muestra de que, en la práctica, los que sí le saben dentro de la 4T le dan crédito a los analistas que ama descalificar su jefe.

Tienen claro que el estancamiento económico del primer trimestre de este año no aportó los recursos suficientes para cumplir con las metas de gasto y que el mercado está pendiente de las medidas adicionales que el Gobierno prometió para respaldar los vencimientos de la abultada deuda de Pemex.

Muchas de las medidas de austeridad parecen más cosméticas que efectivas, pero lo importante es que al final cuadren las cifras para evitar que se pierda la confianza.

Así que mientras el Presidente le da como piñata a los analistas que hacen su trabajo, qué bueno que les da espacio a sus propios expertos de trabajar en tratar de enderezar el barco antes de que haga más agua.