Mal desenlace para lo que tuvo mal inicio y peor intermedio.

Casi tan malo como previsible (¡que ya es decir!), incluso llevándose de corbata a grandes profesionales como Pepe Cardozo o a algún refuerzo que acaso en otra época, bajo otras circunstancias y con otras condiciones de estabilidad, habría dado a la afición de Chivas lo que merece.

Cardozo aceptó algo que era irrechazable –dirigir a un club con estos niveles de repercusión y trascendencia–, aun sobreentendiendo que le contrataba una directiva en ruptura con su masa social, ante una feligresía llena de viudas de Matías Almeyda y con un plantel tendiente a la baja sin Pizarro o Cota, más lo que ha representado la distancia que Jorge Vergara tomó respecto al proyecto futbolístico.

Las metas, sin embargo, no parecían dignas de utopía. Nadie en su sano juicio exigía al Guadalajara vencer al Real Madrid en el Mundial de Clubes o, siquiera, levantar una Liga Mx. Bastaba con una actuación sensata en Emiratos, más la calificación a una liguilla y acaso una copa (objetivos todos que en la era Almeyda se lograron y superaron). Triste realidad, pese a un buen inicio de semestre, todo fue horroroso para este Rebaño: el peor Mundial de Clubes que cualquier cuadro mexicano haya ofrecido, perder en la Copa a manos del América en una inmolación a la que el propio Cardozo colocó la lápida más certera (“no parecía un Clásico, nos morimos de nada”), ir corriendo hacia su cuarto torneo sin liguilla y un equipo con señas de ya no saber cómo se llama o lo que simboliza.

Hoy el Guadalajara tiene peor plantel que al menos seis equipos. Por ello, para aspirar a un cupo en la liguilla debía ser impecable contra los rivales de su talla e implacable ante los de menor presupuesto. Evidentemente no lo logró y ahora avanza hacia el último tramo del certamen urgido de uno de esos milagros difíciles de concebir. Quizá con la sacudida que supone cada cambio de entrenador, algo mejore. Dudo que lo suficiente como para calificar. Incluso haciéndolo, no hay forma de competir contra los pesos pesados de la competición.

Aquello que con Almeyda fue costumbre (imponerse a tiburones como Tigres o América) así de pronto se apagó. Peor que perder el futbol, es perder la fe: pues Chivas ya no tiene ni uno de los dos.

Cardozo hizo cuanto pudo. Vendrá otro y, como se mantenga esta dinámica, se irá más pronto que tarde.

Lo que mal empezó –entre que Almeyda era despedido y retenido, con Paco Gabriel en un enredo que nunca se comprendió– mal terminó. Difícil esperar que hubiese sido distinto. Hoy el único pastor del Rebaño es el fatalismo. Rebaño otrora sagrado y hoy sangrado que acelera hacia el matadero.

Twitter/albertolati

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