Si bien inició a gobernar semanas antes de su toma de protesta cuando desactivó el nuevo aeropuerto y la reforma educativa frente a Enrique Peña Nieto, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador cumple 100 días formales en el poder.

La velocidad como característica principal de su administración y diversos frentes abiertos al mismo tiempo: Los Pinos convertido en museo, la entrega del próximo aeropuerto a los militares, el combate al huachicoleo, las consultas por aquí y por allá, las diferencias con las calificadoras, las conferencias de mínimo hora y media, la prometida pensión a adultos mayores que ya fluye, la aprobación de su polémica Guardia Nacional, la austeridad impuesta desde arriba y las advertencias a los gobernadores en plena plaza pública.

Su popularidad a tope, gozando de cabal salud. En 100 días no se cumplieron las profecías de sus malquerientes: las empresas no se fueron espantadas, no se instauró el caótico reino del chavismo en México; por el contrario, los fundamentales de la economía lucen controlados por un secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, que inyecta toda la racionalidad posible a la cuarta transformación: el presupuesto garantiza que no se gaste de más, la inflación no se desborda y el peso se aprecia.

El tabasqueño dibuja en 100 días su sello sexenal. Lleva prisa porque tropieza con la burocracia; va por transferencias directas y se queja de haber heredado un “toro reumático”. Que se licite lo que se tenga que licitar, siempre y cuando no se tope con la voluntad presidencial de pretender la inmediatez. El criterio no es la transparencia, sino lo rápido de la respuesta.

Reinstaura un presidencialismo central y vertical. Todo pasa por sus manos, desde la compra de cientos de pipas, hasta el desmantelamiento simbólico del pasado, la instalación de una termoeléctrica o el prometido Tren Maya. López Obrador no deja duda: “El Presidente soy yo”.

Sus secretarios y secretarias reducidos a cumplir la voluntad del Ejecutivo. Hasta ahora, ninguno se mueve con voluntad propia si no es para recibir instrucciones.

AMLO maniobra con la idea de poseer un manual del buen Gobierno en plena ejecución. Que vendrán los resultados apenas siente raíces su cuarta transformación.

En su tesis, el combate a la inseguridad tiene como antídoto a la Guardia Nacional; el crecimiento económico devendrá del combate a la corrupción.
Ha sido, además, un periodo para que Morena estrene su aplanadora legislativa, y con ello surjan ocurrencias de algunos legisladores que acaben por perturbar a varios y terminen siendo atajadas por los jefes morenistas, como aquella de desaparecer a los ministros o a las calificadoras que atenten contra la estabilidad.

Cien días en los cuales el Presidente ha dejado claro que su ADN perseverante no se extingue en el poder. Como muestra, sus viajes permanentes en vuelos comerciales.

Cien días vertiginosos, con aciertos y yerros, suficientes también para entender la realidad y ordenar los ajustes necesarios.