Una inflación más baja a lo esperado en enero y una decisión unánime de la Junta de Gobierno del Banco de México para mantener sin cambios la tasa de interés. ¿Esto es indicativo de que las presiones inflacionarias son algo de lo que ya nos podemos olvidar? La verdad es que no.

Enero fue un mes donde claramente bajaron los precios de los combustibles en el mundo entero, pero en el caso de México el cobro del impuesto especial a tasa completa, más la crisis de abasto provocada por el Gobierno federal metieron un ruido que no estaba claro qué efectos tendría tanto en crecimiento como en la inflación.

Aun con el cobro del cien por ciento del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios a las gasolinas, el resultado mensual implicó una reducción en los costos de los combustibles, lo que impactó favorablemente a la medición de los precios por la enorme incidencia que tienen estos energéticos en la economía.

El desabasto de gasolinas implicó costos de otro tipo, sobre todo en el dinamismo económico. El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado calcula que esta escasez inducida de gasolinas, más la inacción gubernamental para impedir el bloqueo de las vías del tren en Michoacán habrían tenido un costo de tres décimas del Producto Interno Bruto, que es una barbaridad.

A favor de la estabilidad de precios del arranque del año está la recuperación del peso frente al dólar. De los 19.70 pesos por dólar en los que inició el año, vimos cotizaciones por debajo de los 18.97 al cierre de la primera quincena de enero.

Pero hay otras decisiones gubernamentales que también tienen muy atentos a los tomadores de decisiones de política monetaria.

Los incrementos salariales a los mínimos, tanto al salario general como al especial de la zona fronteriza, han empezado a provocar algunos contagios que pueden alterar la paz de los precios.

Matamoros en Tamaulipas es un ejemplo de cómo una buena intención mal implementada puede provocar más problemas de los que busca resolver.

 

El aumento a los mínimos de 100% en esa zona convirtió a la industria maquiladora local en un botín para algunos grupos políticos que ven la oportunidad de ganar influencia. Los aumentos forzados en muchas empresas de la región habrán de provocar inflación y desempleo. Y ése es un fenómeno contagioso.

Hoy mismo hay organizaciones sindicales que pugnan por aumentos salariales no ligeramente arriba de la inflación, sino cuatro o cinco veces el aumento del Índice Nacional de Precios al Consumidor.

Y si la política gubernamental es no contrariar a los grupos de presión, se puede generar una carrera entre los precios y los salarios que garantice la derrota de los trabajadores.

Así que hay que esperar para dilucidar si la buena inflación de enero fue un anticipo de un año en el que se pueda cumplir la meta del Banco de México, de 3%, o bien es la calma antes de la tormenta.

LEG