Un mensaje del senador Marco Rubio rompió la euforia.

Justo después del histórico acuerdo entre las Grandes Ligas con las autoridades cubanas para permitir a beisboleros de la isla jugar en las novenas de Estados Unidos, el republicano lanzó: “han decidido pagar un rescate al régimen cubano con una porción del salario de los jugadores”.

Por un lado, con el convenio se pretende combatir el tráfico de personas derivado de la salida de los deportistas de la isla, a menudo en redes peligrosas de trata. Por otro, se ha conseguido que quien emigre para desarrollar su potencial beisbolero, ya no sea visto en automático como traidor a la patria, como enemigo del régimen.

Parte del precio, ha sido ese: que si las autoridades cubanas exigen a sus peloteros un impuesto sobre lo ya tributado en otro país, no quede más que aceptarlo como mal necesario o daño colateral.

Esa historia, en boga unos días atrás y fortalecida a diario con las constantes arremetidas del ex precandidato a la presidencia Marco Rubio, nos lleva a otra que se desarrolla en estos momentos en otra latitud.

En la Copa Asiática que ha iniciado en Emiratos Árabes Unidos, la selección norcoreana presume al mayor talento futbolístico que jamás haya tenido. Han Kwang-son no pasa de los veinte años, pero ya tiene experiencia en la Serie A italiana. Desde su formación en una academia de Barcelona, ha ido devorando plazos hasta lograr su incursión en el Calcio y despertar el interés de la Juventus.

Sin embargo, una circunstancia similar a la demandada por Marco Rubio en relación con el tema de Grandes Ligas, rodea al hábil ofensivo: que Corea del Norte exige buena parte del ingreso no sólo de sus deportistas, sino de todos sus repatriados. Según detallaba el diario español El País, más de 50 mil norcoreanos envían divisas no a sus familias, sino directamente a sus autoridades. Entre esos 2 mil millones de dólares anuales aportados desde el exterior al gobierno, se suma gran porcentaje del sueldo en el Perugia de Kwang-son.

Un futbolista que, goles al margen, saltó a la fama cuando iba a atender a los medios, mas en su lugar llegó el presidente del club para explicar que el régimen norcoreano le había prohibido terminantemente hablar con la prensa italiana.

Para mandatarios que enfrentan embargos y severas sanciones económicas (es el caso, a muy distintas proporciones, de Corea del Norte y Cuba), ese ingreso resulta por demás oportuno.

Difícil conclusión, aunque muchas veces un mal acuerdo es infinitamente mejor que no tener acuerdo. ¿O se va a seguir obligando a los talentos cubanos a escapar como se pueda y ser traficados de país en país? ¿O se va a condicionar la carrera de Kwang-son a que desafíe a Kim Jong-un?

Twitter/albertolati

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