Quien ha dominado, tiende a por siempre dominar, difícil que en un derbi el sometido se levante y pase a someter. Difícil, pero no inédito y, mucho menos, imposible.

Ahí está el caso bávaro, donde el club 1860 Múnich incluso llegó a considerarse bandera única de la ciudad. Tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, en la que el Bayern fue catalogado como Juden-Klub (club judío) e intervenido por las autoridades nazis, sólo existía en el panorama muniqués el club 1860. El giro llegó de la forma más inesperada: Franz Bekenbauer sepultó sus deseos de jugar para su amado 1860, cuando alguien de ese plantel le agredió en un partido juvenil; en esa afrenta se resumió no el cambio de orden de la capital de Baviera, sino del futbol alemán.

O en Londres, donde el mejor Arsenal de la historia, ese de Los Invencibles, dio paso cuando menos podía esperarlo a un Chelsea tremendamente victorioso. Los blues, que habían transcurrido buena parte de los setenta y ochenta en el descenso, se adelantarían a los gunners como primeros monarcas londinenses de la Champions.

Un par de excepciones que confirman la regla, a las que debe añadirse la que se contempla hoy en Mánchester.

Precisamente veinte años atrás, en la temporada 1998-99, los dos cuadros mancunians experimentaron desenlaces parecidos para gestas de muy distinta resonancia. El United, como todo futbolero recordará, propinó al Bayern la voltereta más agónica en una final de Champions League: en tiempo de compensación marcó tanto el gol del empate como el de la corona europea. Tres días después, el City también anotaba dos veces en el estertor final del partido, aunque sólo era para obtener su ascenso de tercera a segunda categoría.

En el momento nadie dudó que era infinitamente más relevante lo consumado por Giggs, Beckham, Sheringham, Schmeichel, que lo hecho por esos jugadores de medio pelo, condenados a vagar por canchas con apenas pasto y a desarrollarse en la cara humilde del deporte.

Hoy, sin embargo, es evidente que sin ese ascenso, el capital extranjero no hubiese despertado a ese gigante dormido. Visto lo del domingo, un derbi de un solo equipo, con el City entregado a bordar una idea y el United hundido en la más nihilista paranoia, con todavía más distancia en juego que en puntos, estamos cerca de proclamar un cambio de orden.

Porque el United se mantiene como la marca deportiva más importante de las islas británicas y genera fondos a otra proporción. No obstante, mientras que el City domina el dopaje financiero (gastar más que lo generado) y toma decisiones adecuadas, los red devils no superan la resaca post-Alex Ferguson…, y ya van a ser seis años.

A diferencia de lo que sucede con los imperios, siempre perecederos, entre los gigantes del futbol lo natural es que quien es grande lo sea más. En Mánchester vivimos hoy un fenómeno que desafía a esa norma. Como síntoma, los 44 toques al balón que precedieron al tercer gol del City en el derbi.

Twitter/albertolati

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