Mariano Rajoy experimenta una debilitada victoria, inédita en la democracia española aunque predecible desde 2014.

 

Durante cuatro años el presidente español, Mariano Rajoy, no tuvo oposición en el Congreso porque su partido, el Popular (PP), logró la mayoría absoluta en las elecciones de 2011: 186 escaños de los 350 en disputa (53%). Hoy, la venganza se asoma en los números adversos del PP: 123 escaños (28.71%).

 

Durante cuatro años, Mariano Rajoy decidió judicializar su relación con Cataluña. Su ausencia en el campo político detonó un malestar en casi dos millones de catalanes, que en septiembre pasado, durante las elecciones autonómicas, votaron por la coalición independentista.

 

Durante cuatro años, la imagen de Mariano Rajoy recibió el impacto de las múltiples revelaciones que hicieron los periódicos El Mundo y El País sobre “los papeles de Bárcenas”; caso de corrupción gestionado por el que fuera tesorero del PP, Luis Bárcenas, desde finales del siglo pasado hasta los primeros años del presente siglo. El proceso corruptor consistió en que varias constructoras aportaron dinero al PP a cambio de contratos. El dinero lo distribuyó Bárcenas entre los miembros de la cúpula del partido. Mariano Rajoy, de acuerdo con la relación de pagos que hizo Bárcenas a mano, recibía sobres con dinero que no declaraba ante Hacienda.

 

En teoría, la venganza es la dosis exacta de justicia fuera de la ley, aunque casi siempre, los efectos de quien la hace superan al daño recibido. Es parte de la debilidad humana.

 

Lo que sucedió el domingo pasado lo tuvo que haber previsto el PP por lo menos hace más de un año. En particular en mayo de 2014, cuando el partido Podemos sorprendió durante las elecciones del Parlamento Europeo (PE). El nacimiento de Podemos es síntoma del desgaste del bipartidismo (PP y PSOE) porque surgió como una especie de brazo político de los Indignados, el movimiento representativo del malestar entre los más vulnerables frente a la crisis económica: jóvenes con hipoteca y desempleados de una clase media degradada en proletariado.

 

Ciudadanos ha aprovechado el debilitamiento del PP en Cataluña durante la última década. Gracias a la eclosión de Podemos, Albert Rivera (Ciudadanos) vio la oportunidad de desdoblar el partido a nivel nacional.

 

Los resultados del domingo invitan a la venganza de los partidos nacionalistas de Cataluña. Años atrás, el PP y el PSOE buscaban a Convèrgencia i Unió (CiU) para formar gobierno. Hoy CiU ya no existe. Convergència, el partido de Artur Mas (presidente de Cataluña), mutó hacia el terreno independentista. Hasta 2011, CiU era un partido empresarial y catalanista pero no independentista. Sin embargo, Rajoy, al judicializar su relación con Cataluña, fue observando el cambio de estrategia de Artur Mas. En 2011 el 10% de los catalanes pedía la independencia de su región, ahora la piden el 48%. Si Aznar tuvo que pedir el apoyo de CiU durante su primer gobierno, ahora Rajoy no lo podrá hacer porque después del domingo las principales fuerzas políticas en Cataluña son Podemos y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC); el primero ofrece realizar un referéndum independentista mientras que el segundo es un partido que nació siendo secesionista. La venganza catalana está sobre la mesa de Rajoy.

 

Podemos y Ciudadanos no pueden ceder parte de sus propuestas porque correrían el riesgo de desaparecer en cuatro años. Albert Rivera sostiene que no votará a favor de Rajoy en la sesión de investidura. Se abstendrá y con ello será imposible que Rajoy revalide su presidencia. Si en el segundo intento (ya no se requiere mayoría absoluta sino simple) el PSOE se abstiene, Rajoy será presidente por pocos meses porque tarde o temprano llegarán los desacuerdos y con ellos la moción de confianza.

 

Dos escenarios se vislumbran: una alianza entre partidos de izquierda y el Nacionalista Vasco (PNV) o nuevas elecciones con Soraya Sáenz de Santamaría como candidata del PP.

 

La probabilidad de que Rajoy regrese a casa es elevada porque los golpes de venganza son demoledores.