Junto al puesto electoral se encuentra el clásico juzgado civil donde los visitantes pueden unir sus vidas para el resto del día. En otro puesto aparece el ministro del Interior, Gustavo González López. Al parecer va a revelar algo muy importante. ¡Acérquense! ¡Vengan!, grita desesperado. Está a punto de resolver la muerte del político opositor Luis Manuel Díaz. Junto a una pantalla de plasma don Gustavo dice a los congregados que el caso está “policialmente resuelto”. Se lo merecía. Luis Manuel Díaz pertenecía a una banda de “extorsionadores”; un “sicariato” para que no quede duda. Don Gus se apoya de las tecnologías tipo XBox y iPad para presentar a los malosos que mataron al político opositor y extorsionador.

 

Tiene capturados a siete malosos y uno más anda prófugo. En la pantalla se observan fotografías del evento electoral en el que matan a Díaz. Entre la multitud, los malosos aparecen con círculos amarillos. También se observa a Luis Manuel Díaz con una gorra blanca. Los presentes de la kermés aplauden. Piden más escenas. El funcionario presenta videos tipo YouTube en los que se observan automóviles y motos recorriendo las calles. Nos dice que los malosos van en el interior. Acto seguido los presentes aplaudimos porque le creemos. El Ministro del Interior nos dice que en unos segundos vamos a ver a una señora doblar la esquina de manera precipitada. En efecto. Pasa corriendo. Don Gus nos dice que en ese momento los malosos ya dispararon al político opositor. Finalmente, utilizando una cartulina publicitaria de una empresa de teléfonos celulares, don Gus nos dice que gracias a las intervenciones telefónicas de la “inteligencia popular” (supongo que se trata de la policía secreta), los malosos dejaron testimonios de su plan macabro.

 

El confeti cubre a don Gus. Pero los presentes no sabíamos que faltaba lo mejor. Algo difícil de observar en una democracia tan madura como la venezolana. Don Gus nos presenta dos videos en los que aparecen dos de los siete malosos. Sus declaraciones ministeriales en transmisión televisiva. Sencillamente algo fenomenal. Uno de los sicarios nos intranquiliza a todos los de la fiesta. No quieren matar a Lilian Tintori. El sicario está muy actualizado ya que la esposa del preso político Leopoldo López nos ha venido diciendo que van ir por ella. El sicario conoce a profundidad lo dicho por Tintori y aprovecha el prime time para disipar las dudas.

 

El ambiente festivo de la kermés ya se siente. En el puesto de la televisión oficial (en Venezuela es redundancia), Tves, un noticiero despide la emisión con el himno nacional venezolano. ¡Es Hugo Chávez cantándolo! Chávez besa a niños y ancianos. Chávez junto a Evo. Chávez de gira. Chávez con vestimenta militar. Chávez besando a su hija. Chávez entre la multitud. Chávez con Maduro. Siempre Chávez. Todos los que nos encontrábamos en la kermés lloramos de emoción. Sentimos lo que verdaderamente debe de importar en la vida: Chávez, la patria y el himno como catalizador de lágrimas.

 

En el puesto estelar aparece el presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Nos advierte que los siempre malosos observadores internacionales están entre nosotros. Cuidado con ellos. Que no se vayan a pasar estos malosos injerencistas. Nos recuerda que el presidente español, Mariano Rajoy, es “una basurita” que va de salida (porque en España sí hay democracia).

 

Ahora todos vamos a las casillas a votar. Nos dan una boleta que incluye 35 opciones coloridas. Parece una plantilla de la lotería. Para evitar la confusión, recuerdo el single de la publicidad pegajosa que dice, al ritmo de bachata, “abajo, en la esquina, el de la manita”. En efecto, Mesa de Unidad Popular. Arriba, en la esquina, aparecen los ojos de Hugo Chávez. Los artistas de lo subliminal nos dirían que quiere vernos votar por él.

 

Lo anterior no es ficción. Son elecciones pero parece kermés.