Si de rivalidades se trata, durante los años de la Fórmula Uno en México, nada como la que tuvieron, en la serpentina del Autódromo Hermanos Rodríguez, el italiano Riccardo Patrese y el británico Nigel Mansell, ambos de la escudería Williams. Hicieron una carrera de alarido aquel 16 de junio de 1991. Registraron la menor diferencia de tiempo, en una cerrera en el país, al cruzar la meta entre el primero y segundo lugar.

 

Patrese adelantó a Mansell por apenas un segundo con 33 centésimas, con lo que evitó que, en ese momento, el británico se adjudicara su segundo triunfo en tierras mexicanas, lo que a la postre hubiera significado el tercero en la capital del país, algo que ningún piloto de Fórmula Uno pudo lograr en la pista tricolor.

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Un año después, Mansell llegó a México con ganas de revancha. De nueva cuenta, dominaron la carrera, enfrentados en las posiciones uno y dos. Ahora, el británico se adueñó del primer lugar, el mismo que no soltó pese a la presión del italiano, para así lograr su segundo triunfo en el Gran Premio de México, y presumir algo que el italiano nunca igualó.

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Aunque la rivalidad entre Patrese y Mansell fue de las más cerradas en la capital mexicana, en la memoria de los fanáticos se mantiene vivo el Gran Premio de 1988. Dos monstruos del automovilismo mundial: Alain Prost y Ayrton Senna, francés y brasileño, respectivamente, dieron cátedra de manejo y mantuvieron con la garganta seca a los aficionados del Autódromo Hermanos Rodríguez, en una carrera que no se definió hasta que el francés cruzó la meta por delante de Senna.

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Para 1989 la leyenda de Ayrton Senna empezaba a grabarse a velocidades de McLaren. El brasileño tenía una cita pendiente ante Prost en territorio mexicano. Senna corrió cual demonio. El piloto francés tuvo que conformarse con un quinto lugar en el asfalto nacional. El piloto de McLaren se encumbraba hacia horizontes que lo calificarían como uno de los más grandes pilotos en la historia de la Fórmula Uno. Y es que no sólo ganó México, sino también el título de 1989.

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Aquella temporada fue de ensueño, el brasileño levantó el primero de los tres títulos que obtendría antes de su trágico desenlace en las pistas.

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