JERUSALÉN . A la afirmación que hizo el primer ministro y candidato, Benjamín Netanyahu, durante una visita al barrio-asentamiento Har Homá de Jerusalén este sobre la necesidad de preservar la unidad de la ciudad y su compromiso de “continuar trabajando” para evitar cualquier división, se suman las declaraciones al periódico conservador NRG acerca de que no habrá un Estado palestino si continúa como jefe del Ejecutivo.

 

“Creo que cualquiera que dé pasos para establecer un Estado palestino y evacuar territorios (en alusión a los asentamientos judíos en Cisjordania) abona el terreno a los ataques de los islamistas radicales contra Israel”, dijo Netanyahu.

 

Desde el pasado diciembre, el primer ministro israelí y líder del partido derechista Likud se ha expresado en varias ocasiones contra la creación de un Estado palestino mientras continúe la inestabilidad en Oriente Medio, pero se trata de la primera vez que se compromete públicamente en tal sentido.

 

Según la edición digital del diario Haaretz, las declaraciones de Netanyahu son un “intento de última hora” de arrebatarle votantes al partido Hogar Judío, que representa esencialmente a los colonos establecidos en Cisjordania.

 

El líder de este partido, Naftalí Bennet, aboga en su campaña por la anexión de las partes de Cisjordania que aún están bajo control israelí y la creación de un ente palestino autónomo, lo que, de acuerdo con lo que se desprende de los sondeos, ha derivado votos del Likud hacia esta formación.

 

Los últimos sondeos prevén una victoria de la coalición de centroizquierda Campo Sionista (integrada por el Partido Laborista y el centrista Hatnuá) sobre el Likud por una diferencia de cuatro escaños, 24-20, y un fortalecimiento de Hogar Judío.

 

Por este motivo, Hogar Judío se perfila como el aliado más influyente del Likud en el próximo Ejecutivo, dado que el centro izquierda no tendría suficientes apoyos para formar Gobierno.

 

En la entrevista, el primer ministro israelí también hizo referencia al estatus de Jerusalén como capital indivisible de Israel.

 

Netanyahu afirmó que, si vence el Campo Sionista, sus dirigentes -el líder laborista Isaac Herzog y la exministra de Justicia Tzipi Livni- “se dejarían llevar por la comunidad internacional y aceptarían sus órdenes”, entre otras la de congelar la construcción de viviendas en la parte oriental de Jerusalén.

 

Aunque en virtud de la aritmética parlamentaria y de la atomización del legislativo israelí (en el que todo apunta a que habrá una mayor presencia de la derecha) Netanyahu podría seguir al frente del Gobierno, también es consciente de que, si el Likud obtiene un resultado relativamente pobre, perdería un notable porcentaje de legitimidad para seguir como jefe del Ejecutivo.

 

Por su parte, otro estrecho aliado de Netanyahu, el actual ministro de Asuntos Exteriores y jefe del partido Israel Beitenu, Avigdor Lieberman, aseguró que si, como pretende, es nombrado ministro de Defensa en el próximo Gobierno israelí, encabezará la que definió como la “última campaña” militar contra el movimiento islamista palestino Hamás.

 

“Cuando sea ministro de Defensa tendrá lugar la última campaña contra Hamás”, dijo Lieberman en una visita al kibutz Netiv Haasará, fronterizo con la franja de Gaza.

 

El ministro, a cuyo partido los sondeos pronostican una sensible pérdida de escaños, llegó a esa granja agrícola colectiva después de que sus pobladores publicaran hace varios días que milicianos de Hamás han reanudado la construcción de fortificaciones y túneles junto a la frontera.

 

Herzog abre el espectro ideológico

 

Entretanto, en un encuentro con simpatizantes, el cabeza de cartel del Campo Sionista, Isaac Herzog, hizo un llamamiento al electorado de centro a fin de que no se disperse el voto de esa tendencia.

 

Herzog se dirigió en concreto a los seguidores del partido Yesh Atid (Hay Futuro), que lidera Yair Lapid, para que cedan sus votos a su coalición pues de lo contrario, dijo “sólo servirán para terminar apoyando” a Netanyahu en el juego de la aritmética parlamentaria.

 

El líder laborista expresó su compromiso en ser el primer ministro “de todos los israelíes”, sin diferencias de grupos, credos o ideologías.

 

“Lo prometo: Seré el primer ministro de todos y para todos, para la derecha y la izquierda, para los ultraortodoxos y los laicos, para los árabes, los drusos, los circasianos. Seré el primer ministro del centro y de la periferia; de los estudiantes y de las personas de la tercera edad”, recalcó.

 

Demasiada democracia no está bien

JERUSALÉN. Los políticos israelíes apuran las últimas horas de la jornada sin reflexión previa a los comicios generales de hoy mientras muchos ciudadanos siguen sin decidir cuál será el partido que se gane su confianza.

Los principales líderes y favoritos en las encuestas, el primer ministro israelí y dirigente del partido Likud, Benjamín Netanyahu, y el cabeza de la plataforma Campo Sionista, que aglutina al centro-laborista del país, Isaac Herzog, remataban sus campañas electorales con diversos actos durante el día.

Su objetivo, cerrar filas ante sus correspondientes formaciones y convencer al elector indeciso que podría darles la llave del gobierno y que, según algunos sondeos, alcanza el 20% de los votantes a menos de doce horas de la apertura de las urnas.

La amalgama electoral, que supera la treintena de partidos que recorren el espectro desde la izquierda más extrema hasta la derecha más nacionalista, parece disgustar a algunos votantes, que no le encuentran sentido a tanta diversidad.

 

Así lo apuntaba a Efe Galila Levy, de 63 años y residente de Jerusalén, quien aseguraba tener “problemas para decidir” por este motivo. Sin embargo, votará al partido Shas: “Porque van con la derecha y eso me gusta. Esperemos que hagan cosas buenas a quien se las merecen”, explicaba en las calles del centro de Jerusalén junto a un antiguo diputado del Parlamento israelí, Charlie Bitton.

Este antiguo líder de los Panteras Negras, con fuerte trascendencia a nivel de movimientos sociales en el Israel de los años setenta, asegura que hay tanta fragmentación “porque cada uno vota lo que siente”.

En su caso, también dará su voto a Arie Deri, líder de esta formación de judíos ultraortodoxos mizrahíes, con origen en los países árabes, de quien espera sea parte de la coalición que componga el próximo Ejecutivo y así “pueda realizar un cambio por la sociedad de Israel”.

“En este país hay demasiada democracia, demasiados partidos, no está bien. En total, 32 partidos, no es bueno. La fuerza de los partidos se diluye con tanta fragmentación y en el Parlamento el elegido no tendrá la fuerza para hacer nada”, criticaba Abraham Zaidan, quien apoyará la reelección del actual líder del Ejecutivo.

Por su parte, el rabino del distrito centro de Jerusalén, Elsiha Levy, sostenía que en estos momentos habría que buscar la “unidad en el pueblo deIsrael”.

“Todos los partidos religiosos deberían haber ido juntos, todos deberíamos votar por un mismo partido y que no hubiera división. Hay demasiados partidos y por eso surge la ruptura y las peleas”, conviene sin desvelar a qué candidato marcará en su papeleta mañana.

Ela Ashkenazi, ultraortodoxa de 46 años, lamenta que los palestinos con nacionalidad israelí hayan decidido aunar fuerzas bajo la denominada Lista Árabe Común, que aglutina a nacionalistas seculares, antiguos comunistas y también judíos e islamistas, mientras que los israelíes se separan cada vez más.

“Los árabes se han unido aquí y han aprendido de nuestro sistema y hacen lo contrario que nosotros, que nos dividimos”.