ESTRASBURGO. El político conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker fue refrendado por la Eurocámara como el futuro presidente de la Comisión Europea (CE) para los próximos cinco años, en los que el nuevo Ejecutivo comunitario tendrá que liderar la recuperación de la crisis.

 
Juncker obtuvo el apoyo mayoritario del pleno del Parlamento Europeo con 422 votos a favor, 250 en contra y 47 abstenciones, además de 10 sufragios no válidos, de los 729 eurodiputados que expresaron su opinión entre los 751 que integran el hemiciclo.

 

El próximo presidente de la CE fue predesignado aspirante en marzo pasado para ese cargo por el conservador Partido Popular Europeo (PPE), la formación que consiguió mayor representación en la Eurocámara en los comicios del pasado 25 de mayo.

 

Se trata de la primera vez que, en cumplimiento del Tratado de Lisboa (2009), se elige a un presidente de la CE predesignado por su grupo político y que se vincula la elección del jefe del Ejecutivo comunitario al voto ciudadano.

 

En su discurso de investidura, el también ex presidente del Eurogrupo hizo un discurso a favor de la “Europa social de mercado”, un guiño a socialistas y ecologistas, al tiempo que tranquilizó a los conservadores y liberales de la Eurocámara haciendo una defensa férrea de las reformas y el respeto a la disciplina fiscal.

 

Si bien admitió “errores” durante la gestión de la crisis, cuando él presidía el Eurogrupo y se aprobó el primer rescate a Grecia, señaló que la toma de decisiones durante la crisis “fue como reparar un avión en llamas en pleno vuelo”.

 

Como medidas concretas para relanzar el crecimiento y el empleo, Juncker propuso, entre otras, promover un plan de inversión de 300 mil millones para los próximos años entre el sector público y privado y ampliar la garantía juvenil de los 25 a los 30 años.

 

Dentro de la Eurocámara, Juncker recibió el apoyo del PPE, así como de buena parte de los socialdemócratas (S&D) -con la excepción de británicos y españoles, que se manifestaron en contra- y los liberales (ALDE).

 

Verdes, Izquierda Unitaria (GUE/NGL), Conservadores y Reformistas (ECR) y el grupo de la Europa por la Libertad y la Democracia Directa (EFDD) votaron mayoritariamente en contra.

 

Euroescépticos y eurófobos como la francesa Marine Le Pen (Frente Nacional) o el británico Nick Farage (UKIP) explicaron el porqué de su oposición a Juncker, a lo que el ex primer ministro luxemburgués replicó dándoles las gracias.

 

“Hemos votado que no porque no queremos que las cosas se hagan como siempre. Queremos que haya un cambio real”, dijo Farage, mientras que Le Pen insistió en que “a usted, señor Juncker, no lo ha elegido nadie”.

 

La respuesta de Juncker a la líder de extrema derecha francesa fue clara: “A la señora Le Pen le agradezco que no me haya votado”.
Por su parte, el presidente del Parlamento Europeo (PE), el socialista alemán Martin Schulz, calificó este día de “histórico”, ya que por primera vez se ha elegido a un presidente de la Comisión predesignado por los partidos políticos, de forma que ello se vincula al voto ciudadano.
Desde las filas socialistas, el presidente del grupo parlamentario, Gianni Pittella, felicitó a Juncker y afirmó: Se ha visto “una pequeña revolución en Europa durante los últimos meses en la que este grupo ha desempeñado un papel central. Hemos puesto a las personas por delante y respetado sus votos”.

 

El padre del rescate del euro

 

Primer ministro de Luxemburgo durante casi 19 años, Juncker es el último gran dinosaurio de la construcción europea.

 

Su candidatura desató un drama en la UE con Gran Bretaña, cuyo primer ministro, David Cameron, consideró que “no es la persona adecuada” para asumir el cargo.

 

Arquitecto del rescate del euro, Juncker conserva aún el récord de longevidad al frente de un gobierno europeo. Fue designado primer ministro en enero de 1995, cuando François Mitterrand y Helmut Kohl aún estaban en el poder.

 

A sus 59 años ha vivido la profunda transformación de la Unión Europea, la entrada en vigor del tratado de Lisboa en 2009, el nacimiento de la moneda única, la crisis de la deuda y el rescate del euro, una tarea a la que se consagró con entusiasmo durante ocho años al frente del Eurogrupo (grupo de ministros de Finanzas).

 

Proeuropeo convencido, se ha considerado siempre una encrucijada franco-alemana. “Cuando quiero hablar en francés, pienso en alemán; cuando quiero hablar alemán, pienso en francés, y al final resulto incomprensible en todas las lenguas”, dijo un día.

 

Dirigente de uno de los países más pequeños de la Unión Europea, Juncker nunca dudó en levantar la voz contra las capitales, sobre todo para rechazar eventuales imposiciones franco-alemanas. Tiene “dos defectos catastróficos: tiene una opinión y la expresa”, dijo de él un responsable europeo.