No hay nada más impresionante que ver un Sol Lewitt junto a un John Baldessari de la mano de una obra de Donald Judd con otra de Ellsworth Kelly y de postre un Robert Rauschenberg y otras cositas muy impresionantes.

 

Doble negativo. De la pintura al objeto es la exhibición que se presenta en el Museo Tamayo, pero la neta es que suena mucho más impactante de lo que realmente es y digo ¡Gracias Museo Tamayo por darnos la posibilidad a los mexicanos de ver obras de este calibre! pero cuéntanos la historia de una forma un poquito más divertida.

 

Básicamente la exhibición trata de mostrarnos la transición de la pintura a la materia como forma expresiva y representativa de otros discursos, el posicionamiento de una generación de artistas extranjeros e inmigrantes que encontraron en Nueva York y lueguito después en Los Ángeles un sinnúmero de oportunidades.

 

La idea central de la muestra es presentar 15 obras que no están enmarcadas, que salen de los límites, dejan de estar sitiadas y tienen el poder de esparcirse por otros lados como aire que viaja.

 

El objetivo de los artistas es NO hacer obra que pueda encasillarse en un estilo, ser la contracorriente por medio de fórmulas e instructivos casi científicos, modificar los contenidos sin ser temas específicos, sino una onda más espiritual y filosófica, la experimentación de los materiales, de la sustancia que los compone, lo que pueden lograr y hacer sentir en el espectador como un cuerpo desconocido que atrae, un objeto interdisciplinario que conjuga la escultura con la pintura con la ingeniería automotriz, la arquitectura, la luz, la química y la lingüística con mucha sobriedad.

 

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