LISBOA. Un pequeño espacio de apenas 3.8 metros cuadrados puede resguardar más de tres mil historias maravillosas de fantasía, cuentos extraordinarios y un sin fin de memorias en páginas incontables, es el caso de la librería de las escaleras de Sao Cristovao, ubicada en la popular parte baja de Lisboa en Portugal, la cual está considerada como la más pequeña del mundo.

 

Su propietario, Simao Carneiro, no podría afirmar que en realidad sea el local más pequeño del mundo donde se venden libros, sin embargo, si es un lugar donde que cuenta con ofertas, calidad y el trato a los clientes simplemente es más directo.

 

Desde hace casi un década, Carneiro, de 41 años, vive rodeado de miles de libros (de los que afirma conocer todos los títulos) escritos en idiomas como portugués, italiano, español o inglés, y en lenguas tan lejanas como el chino o el japonés.

 

Antonio Machado, Haruki Murakami, Lobo Antunes o Fernando Pessoa son algunos de los nombres de los autores que conforman el variado catálogo de novelas, libros de poesía, de historia o de arte, entre otros estilos, que vende en su estrecha librería.

 

Con 32 años, este lisboeta dejó su trabajo como profesor de química para ganarse la vida con su gran pasión, la literatura, y montó su tienda en el único local que encontró disponible en la zona histórica de Lisboa.

 

“Buscaba un espacio mayor pero éste es el único sitio que encontré que me permitía montar una librería, aunque fuera pequeña”, explica.

 

Las escaleras de Sao Cristovao unen el centro de la capital lusa con el turístico Castillo de San Jorge, que desde lo alto de su colina ofrece unas maravillosas vistas de la ciudad del Tajo.

 

Miles de turistas suben cada día por estas escaleras, que están decoradas con coloridos grafittis, camino del castillo y, de esta manera, se convierten en potenciales clientes de la acogedora tienda de Simao.

 

“Los españoles son muy buenos clientes pero no les gusta leer libros en portugués, mientras que los portugueses sí leemos literatura escrita en castellano”, apunta el librero con una sonrisa.

 

Mientras tanto, dos jóvenes entran en la estrecha tienda para echar un ojo a una de las torres de libros.

 

“Vengo mucho porque tienen libros antiguos que no se encuentran en librerías públicas y además el trato es mucho más cercano que en grandes tiendas”, comenta Ana Biçoso, una joven portuguesa que pasea por Lisboa con un amigo español.

 

Me parece un lugar muy acogedor y anecdótico“, dice Ángel, que visita la capital lusa por primera vez de la mano de su amiga portuguesa.

 

Otros turistas caen en la pequeña tienda por casualidad durante su paseo por la nostálgica ciudad.

 

“Es muy ‘cool’y tiene muchos libros estilo ‘vintage'”, señala Jenny, una canadiense que habla español con un fuerte acento anglosajón.

 

Los libros con la imagen del poeta luso Pessoa impresa en su portada (con su bigote, su característico sombrero y su mirada perdida) ocupan un lugar privilegiado en la estantería central del local, ya que es el más demandado por los extranjeros.

 

“Pessoa no es un poeta portugués, es universal. Pertenece al sur, al norte, al este y al oeste. Es único”, manifiesta Simao henchido de emoción al hablar de su compatriota.

 

Simao es un ávido lector y afirma haber consumido miles de libros a lo largo de su vida, tantos que ni recuerda cuáles han sido los que más le han gustado.

 

“Puff, son muchos…”, resopla.

 

Pero Simao comenta que ya no bucea entre sus páginas tanto como antes de ser librero porque tiene menos tiempo libre. El trabajo en la librería y pasar todo el día rodeado de literatura hace que cuando llega a casa tenga menos ganas de disfrutar de su pasión.

 

Ante la sorpresa, el lisboeta zanja la conversación con un refrán: “en Portugal decimos que ‘en casa del herrero, cuchillo de palo‘”.