Las normas de la buena educación en México exigen que ante una persona de rango superior, se inicie una conversación con alguna formalidad como, por ejemplo, decirle al presidente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) antes de consultarlo sobre algún tema:

 

—Don José, disculpe que lo moleste….

 

Y Don José, con esa voz ronca, pero amable interrumpía de golpe y con un énfasis grandilocuente: “¡No, no, no, no, no! ¡Usted nunca molesta!”.

 

Así se comenzaba platicar con él, hombre lleno de anécdotas y en los últimos años en los que tuvo vida pública, encantando de contarlas a quien quisiera escucharlo. O leerlas, porque disciplinado como era desde joven, publicaba una columna periódica en su blog, en la página del CMB y en un diario capitalino.

 

Sulaimán murió este jueves, víctima de complicaciones tras una operación de corazón que le fue practicada en Los Ángeles. Tenía meses en mala condición. Incluso, se perdió la Convención 51 del CMB que se realizó en Tailandia en octubre pasado.

 

Fue dirigente del CMB casi 40 años. Puede decirse que de su mano el organismo se convirtió en el más importante de ese deporte, aunque siempre en medio de la controversia por sus a veces dudosas decisiones al clasificar a los púgiles, sus decisiones en las peleas de campeonato, el laxo control antidopaje, la búsqueda de la oportunidad económica frente a la deportiva y la mala fama de allegados suyos como Don King y Mike Tyson, a quien incluso demandó después de que resultó golpeado en una trifulca en plena conferencia de prensa en 2002.

 

La buena fortuna de Sulaimán comenzó un día en el que recibió una llamada de Mohamed Alí. El (CMB) había nacido en México en 1963, bajo el mandato del presidente en esos años, Adolfo López Mateos, que le encargó el trabajo a Luis Spota, el famoso escritor que dirigía a la Comisión de Box del Distrito Federal. La idea de crear a ese organismo era ser un contrapeso frente a la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), el más viejo de los órganos rectores del deporte de los puños y que solía ignorar a los grandes boxeadores que surgían en Latinoamérica.

 

Alí, que todavía se llamaba Cassius Clay, se había negado a ir a la guerra de Vietnam y perdió por ello su título de peso completo y el permiso para pelear. Así que el campeón era Joe Frazier y sin Alí en el horizonte despuntaba George Foreman, campeón olímpico en México 68. Fazer no quería pelear con Foreman y el CMB apoyaba a este último en contra de la posición de la AMB.

 

En medio de la confusión, Alí llamó por teléfono a México y le pidió a José Sulaimán pelear por el título. Sulaimán no era el presidente del Consejo aún, pero despuntaba como un hábil negociador que sacaba ventaja de su capacidad políglota. Sulaimán aprovechó la llamada de Alí para destrabar la pelea entre Fraizer y Foreman. El gigantón que más tarde se volvería pastor le dio una golpiza al campeón formal y se quedó con el título. Era 1973.

 

La que sería la principal virtud del Consejo bajo el mando de José Sulaimán, y que cultivaría con esmero los siguientes treinta años, quedó de manifiesto: era un organismo con un empuje más fresco, que respondía a la percepción de justicia frente al ente vetusto y anquilosado que era la AMB y en general al turbio mundo del boxeo.

 

La trayectoria de José Sulaimán no puede desligarse, al menos en ese arranque común que vivieron, de Don King. Y 1974 es el año en el que detrás del promotor, cimentó el que sería su arribo a la cabeza al CMB.

 

Mohamed Alí merecía la oportunidad de disputar el título de los pesos completos a Foreman. King consiguió organizar la pelea gracias a que ofreció 10 millones de dólares de bolsa a los boxeadores, pero no tenía el dinero, así que con el aval del CMB consiguió que la pelea la financiara el dictador de Zaire, que hoy es la República Democrática del Congo, Mobuto Sese Seko. Fue un parteaguas en la historia del deporte mundial. Un pleito de tal trascendencia en medio de África. Alí recuperó la corona y Sulaimán, de la mano de King, se fortaleció en el poder.

 

La cosa de aliarse con gobernantes de dudosa reputación no paró. Al año siguiente el CMB propició una pelea en la Filipinas de Ferdinand Marcos. Ahí, Alí venció a Frazer en una memorable pelea que duró 15 asaltos.

 

Dos meses después del pelito en Manila, en diciembre de 1975, José Sulaimán se quedó con el control del Consejo Mundial de Boxeo.

 

Pero, con el poder, todo cambió.

 

Sulaimán tenía una espina clavada en el alma. En 1971 viajó a Sudáfrica como supervisor del CMB y fue testigo e incluso víctima del racismo imperante en esa nación. No lo dijo ese día sino mucho después. Pero había tomado una determinación que llevó a cabo tan pronto fue nombrado presidente del organismo: Expulsó a Sudáfrica a causa de la política del Aparheid, algo que por cierto, ya había hecho el Comité Olímpico Internacional. Ningún boxeador recibió permiso de presentarse en aquella nación y no avalaron tratos con empresarios o representantes sudafricanos.

 

El acto tuvo una relevancia enorme en tiempos en los que el mundo se hacía de la vista gorda. En 1985 José Sulaimán recibió el elogio que más apreció de todos los que fue acumulando con los años: La Organización de las Naciones Unidas reconoció su labor en contra del Aparheid.

 

Sulaimán buscó siempre distinguir a su organismo de los otros. Se embarcó en la misión de preservar la salud de los boxeadores y consiguió erradicar las peleas de 15 rounds. También logró disminuir el peso de los guantes y se aseguró de que las ceremonias de pesaje se realizaran 24 horas antes de la pelea, con lo que se tenía mayor certeza de que los púgiles pesaran más o menos lo mismo cuando subieran al cuadrilátero.

 

En contra de su gestión se critica que para conseguir más peleas de campeonatos mundiales y más campeones, promovió subdivisiones en las categorías, lo que desde luego, multiplicó las reservas en las arcas de la institución.

 

También, su enorme prestigio sobre todo en los 90 pudo haber impulsado una ley de protección a los boxeadores en México. Pero no ocurrió y las insuficientes normas que regulan la actividad aquí ni siquiera son respetadas, lo que ha provocado la muerte recurrente de púgiles en este país.

 

Con José Sulaimán muere una época del boxeo en el mundo. El CMB ya no es lo que llegó a ser en los años de plenitud del líder, desplazado como uno más entre los múltiples organismos que regulan al pugilismo. Mauricio Sulaimán, su hijo, es quien lleva actualmente las riendas del organismo y quien se queda con el reto de devolverle la grandeza que su padre construyó.