En el ámbito educativo, Peña dio sus primeros grandes golpes: reformó la Constitución y encarceló a Elba Esther Gordillo. La detención tiene muchas lecturas: lucha contra la corrupción, control a líderes sindicales, intolerancia a las amenazas de los poderes fácticos, etc. El mensaje suena a “voy derecho y no me quito”.

En todo caso, hay un fortalecimiento real de la imagen del Estado. Sirvió además para mostrar que la acusación de “delincuencia organizada” o “uso de recursos de procedencia ilícita” no serán delitos aplicables sólo a secuestradores o narcotraficantes.

 

El golpe fue cuidado. El Procurador no retozó con la imagen de la maestra. No humillaron a la detenida tras las cámaras, sólo mostraron gráficos del seguimiento del dinero. Al día siguiente, el Presidente envió un mensaje a la nación que parecía más dirigido a los maestros para mitigar un posible conflicto social, que a los ciudadanos para presumir su captura.

 

Se agradecen las formas. No recurrieron al “Pitufo” ni a “Jennifer”, a pesar de los delitos imputados. Se presentaron elementos de presunta culpabilidad más allá de rumores fantaseados. Está por verse la calidad de los mismos y del expediente. Tendrán que demostrar que no padecerán los fiascos típicos de la administración Calderón. El antecedente en este ámbito es relevante. Marca una pauta de lo que veremos en los próximos años.

 

El golpe eleva la popularidad del Presidente pero dista de ser suficiente para garantizar una reforma educativa o cualquier otro cambio estructural. La detención de Elba es una buena señal pero ésta debe ser complementada con acciones firmes y un rumbo claro. Per sé, no es la solución a la corrupción, ni a la educación, ni a los sindicatos, ni a la baja productividad.

 

Los priistas, a diferencia de sus antecesores, saben que el resultado de las encuestas es efímero y necesario, mas no suficiente para gobernar. Será por eso que el golpe  coincidió con la Asamblea Nacional del PRI ¿o será coincidencia?  En todo caso, se aprovechó bien el impulso del golpe para gestar la reforma a los estatutos de su partido en las áreas fiscal y energética y para consolidar el liderazgo del presidente en su partido.

 

Sobresalen los detalles tal vez porque venimos de 12 años de frivolidad política. Pero no olvidemos que, a pesar del discurso, el rumbo de México no ha sido definido. El gobierno lleva 100 días. No han instalado a todos sus funcionarios en las oficinas, no hay todavía un Plan Nacional de Desarrollo, ni la definición de acciones claras en ningún ámbito. Los presupuestos y facultades fluyen lentamente, propio de una maquinaria gubernamental sobre regulada, mal engrasada, y por años, mal manejada.

 

La reforma educativa es entonces un excelente ejemplo del trabajo de este gobierno. La reforma constitucional es un paso positivo que puede acabar en el vacío, si no se hace una adecuada reforma a la ley secundaria. Lo mismo pasa con la detención de Elba. Aplaca la sed de culpables y manda mensajes de control a los actores políticos pero puede acabar en crisis si no se contiene a los maestros y se encuentran interlocutores estratégicos del sector para instrumentar la reforma.

 

Los mexicanos, hartos de la incompetencia panista, y alentados por la mercadotecnia de Peña, queremos soluciones inmediatas. Pero no desesperemos. Para lograrlo se requiere tiempo, claridad de objetivos y voluntad de cambio porque la realidad es terca y tristemente no puede cambiar en 100 días. Veremos si el PRI está a la altura.