Una explosión en Pemex. En pleno corazón de la Ciudad de México. En un país vapuleado por la reputación de “violento”.

 

Aspectos muy poderosos como para alimentar un caudal de rumores en la opinión pública, orientados a especular en torno a esa desgracia.

 

Fue de llamar la atención la habilidad del gobierno federal para evitar la proliferación de esos rumores en los medios de comunicación.

 

Una pericia que ni el gobierno anterior -y mucho menos el de Vicente Fox- pudieron mostrar en momentos apremiantes para la reputación del país.

 

Tan mala fue la comunicación oficial en las administraciones panistas que en la actualidad México es percibido en el ámbito internacional por la violencia y aspectos negativos, como si fuese un país sin ninguna virtud.

 

La política de comunicación federal actual, en cambio, mantuvo un flujo de información oportuna que desde el principio dejó en claro que la especulación no tenía cabida como método de explicación de la explosión en la Torre de Pemex.

 

Internet fue el único resquicio donde la opinión pública liberó todas las posibilidades que permite el rumor y opinó en torno a todas ellas. Y lo fue Twitter en lo particular.

 

Aproximadamente 11 millones 700 mil usuarios en el país expusieron cientos de posibilidades, aventurando acusaciones, adjudicando responsabilidades, estructurando chistes… todo bajo “el impulso del impulso” que la inmediatez impone.

 

En un mundo donde la reputación de una persona, una empresa o de un país jamás ha estado tan expuesta como ahora es muy importante contar con un equipo de profesionales que entiendan los principios y fenómenos de comunicación.

 

Quien hable de procesos está mal. En comunicación sólo hay un proceso integrado por el emisor, el mensaje, el receptor y la retroalimentación. Ese proceso genera fenómenos y los fenómenos causan diversos efectos.

 

El resultado de los peritajes se mostró con contundencia y con el aval de diversos líderes de opinión. Los peritajes no tienen como misión satisfacer el apetito de la sospecha, sino evidenciar una realidad.

 

Es muy natural que los resultados arrojen comentarios de toda índole y más en un territorio como lo son las redes sociales de internet, “reguladas por la autorregulación” que da el buen juicio y sentido común de cada usuario.

 

Que si el gobierno ha sido muy obvio en tratar de desviar la atención de aspectos políticos con cortinas de humo mediáticas y que si la explosión de Pemex es una más de ellas, no lo sé. Lo que me parece es que la manera de atajar la crisis en términos de comunicación fue muy afortunada.

 

Me tocó estar fuera del país la semana de la explosión y cuando los extranjeros preguntan “qué pasó en el caso Pemex” se infiere que ningún líder de opinión internacional de peso se aventuró a lanzar algún rumor “impulsado por el impulso” de la inmediatez.

 

Lo que vino a dar al traste con todo es el tema de las mujeres de nacionalidad española que fueron víctimas de la peor atrocidad que un hombre puede hacerle a una mujer.

 

Un lamentable, muy lamentable acontecimiento que para acabarla de fastidiar ha generado, ese sí, una polvareda de comentarios y descalificaciones hacia México en medios, redes sociales y foros políticos europeos.

 

Un golpe directo al corazón del turismo por parte de unos tipejos que ultrajaron a mujeres y también a los incipientes esfuerzos por reconstruir el prestigio de un país que tanto depende del turismo, otrora reconocido en todo el mundo.

 

La comunicación no sólo es crucial para los procesos de reputación y negocio, ahora es indispensable para atender crisis a la velocidad de la inmediatez.