San Sebastián. Con 11 años, el actor mexicano Daniel Giménez Cacho fue su primera corrida de toros y quedó absolutamente fascinado. Ahora, a los 51, ha cumplido su sueño aunque sea en el cine, de la mano de Pablo Berger y como padre de “Blancanieves”, ovacionada en el Festival de San Sebastián (norte).

 

“Me llevó el padre de unos amigos a una corrida por primera vez, yo tenía 11 años, y me encantó. Les dije a mis padres que quería ser eso. Y me dijeron que no, que eso no se podía aprender”, explicó en entrevista el ganador de cuatro premios Ariel.

 

En esta atípica “Blancanieves”, que es muda, en blanco y negro, española y torera, Giménez Cacho se enfunda el traje de luces para interpretar al padre de la heroína de los hermanos Grimm, un personaje prácticamente inédito en las otras adaptaciones.

 

“Es un personaje muy dramático, que comienza con la muerte de su mujer cuando da a luz a su hija el mismo día que a él le cornea un toro”, explica. Pero ese dolor y su impedimento físico, le postran en una silla de ruedas desde la que observa tierno pero impasible la evolución de su hija, víctima de las manipulaciones de una madrastra con los rasgos de Maribel Verdú, con quien ya trabajó en “La zona”.

 

Hijo de padres españoles y nacido en Madrid, Giménez Cacho, atribuye su pasión por los toros a “una nostalgia de ser español, siendo hijo de emigrados”, pero con el cine se ha resarcido, puesto que “Blancanieves” marca otro hito en su carrera en el cine español, después de haber rodado con Pedro Almodóvar, Vicente Aranda, Agustí Villaronga o Joaquín Oristrell.

 

“No tengo nada en especial para el cine español. Tengo ganas. Me vine a vivir a España en 1999 después de trabajar con Vicente Aranda (en “Celos”). Y aquí hay una afinidad por un tipo de cine más hacia acá que hacia Hollywood, que en México lo tengo más cerca”, afirma.

 

Curiosamente, “Blancanieves” mira ahora hacia la Meca del cine, puesto que podría representar a España tanto en los Óscar como en los premios de la Academia mexicana, aunque de momento huele a premio en el Festival de San Sebastián.

 

“Es un lenguaje universal, como los clásicos. Tiene Shakespeare, atrapa inmediatamente. Es muy directa el imaginario colectivo está lleno de historias con este tipo de conflictos y, en el caso de México, estamos muy familiarizados con el mundo de los toros”, concluye.