Corea del Sur y Corea del Norte. Arabes e Israelíes. Cuba y Estados Unidos. Serbia y Croacia. Todos desfilando juntos, todos particpando en buena lid en los recién inaugurados Juegos Olímpicos de Londres. Comienza la convivencia internacional de cada cuatro años que renueva la esperanza de que es posible vivir en paz, a pesar de las muchas y profundas diferencias que hay entre las naciones. Mención especial merece nuestro compañero en 24 Horas Alberto Lati, quien desde hace meses nos ha brindado una espléndida cobertura desde la capital británica en su imperdible colaboración “Latitudes”, que encontrará en las páginas de este diario, y en diversos medios electrónicos.

 

 

Y mientras el mundo está de fiesta, aquí seguimos con el encono y la confrontación. Desde el jueves, se plantaron en las afueras de Televisa los profesionales de la manifestación de siempre; los macheteros de Atenco, los gorilas del SME, la CNTE, los que se dicen #yosoy132, haciendo lo que llamaron la “toma simbólica” de la televisora. Pues ni tan simbólica, porque decidieron impedir el acceso a las instalaciones. Argumentan infantilmente, que no se les puede acusar de secuestro, puesto que permitían la salida de la televisora. La pregunta es quién, portando un gafete de Televisa, se la iba rifar a cruzar por el cuerpo del plantón. El cordón policíaco que las autoridades del DF enviaron no lo recomendaban. Además, un profesional no abandona su puesto sabiendo que no llegará su relevo. Así que de hecho, aunque lo nieguen, si fue un secuestro. Un poco de lo que Andrés Manuel López Obrador dijo que no iba a pasar, con plena conciencia de que sí pasaría. Y, desde luego, estos intentos de intimidación de las “fuerzas democráticas” se repetirán ad nauseam de aquí al 6 de septiembre. Y luego, Dios dirá.

 

 

Lo que resulta más que ridículo es el deslinde de López Obrador. Intentó vacunarse en la conferencia de prensa donde afirmó que “sorprendiendo a sus adversarios”, no habría movilizaciones. Pero el hombre lleva años azuzando a sus seguidores en contra de los medios que no le son incondicionales. Este fenómeno es clarísimo en las redes sociales, donde el que osa diferir del evangelio según San Andrés, se lleva carretadas de insultos y calumnias, pero muy pocos argumentos. El tema es visceral, no razonado. Pero el ciudadano de a pie no es tonto. Ocurrió en 2006, y más claramente en 2012. López Obrador perdió ambas elecciones en gran medida porque el votante silencioso, que es el mayoritario, no quiere confrontación. Quiere un entorno de tranquilidad que le permita trabajar para buscar un mejor presente para su familia. No quiere perder tres horas y llegar tarde a la chamba porque la marcha del CNTE o el plantón del SME congeló el tránsito.

 

 

Andrés Manuel López Obrador menospreció a los mexicanos cuando les quiso vender una “república amorosa” que nunca existió más que en su fallida estrategia de campaña. En cuanto se vio en problemas, volvió a sus raíces, a sus instintos, a su historia, que es la confrontación. Y acabó ahuyentando a los indecisos. La muestra más clara de que el mexicano sabe votar razonadamente es esta: con todo y la derrota de AMLO, la izquierda ganó. Lo que demuestra que una izquierda dispuesta a negociar y a pactar con las demás fuerzas políticas es una opción viable de gobierno. La más clara señal emitida en las urnas este 1 de julio fue: izquierda, si. AMLO, no.

Y así.

 

@jorgeberry