Ante un auditorio pletórico y eufórico, Pedro Joaquín Coldwell tomó posesión ayer como presidente del PRI, ante la mirada de Enrique Peña Nieto, Manlio Fabio Beltrones -los ex presidentes del partido-, y los más de mil consejeros que le eligieron para dirigir al tricolor hasta 2015.

 

En su primer discurso, Coldwell advirtió: “Como hace seis años, el fantasma de la polarización auspiciada desde el gobierno federal  durante la contienda electoral, amenaza con volver a dañar al país”.

 

Acusó que ante la debilidad de los precandidatos panistas, el gobierno recurre a toda suerte de artimañas para agredir a las fuerzas políticas que le disputan el poder:

 

“Las acusaciones temerarias lanzadas desde la  Presidencia, hasta el uso faccioso de la procuración de justicia, todo se vale con el objeto de descalificar al adversario, si esto sirve  para ganar las elecciones, poco les importa que quien pague los costos de estas acciones sea la sociedad”, señaló el nuevo dirigente.

 

Los priistas, dijo el de Quintana Roo, “demandamos del presidente que ajuste su conducta al mandato de la ley y actúe con imparcialidad. Que evite dañar el proceso electoral con su intromisión”.

 

Indicó que el PRI está dispuesto a pactar con las otras fuerzas políticas, con la autoridad electoral y las de procuración de justicia, las medidas que sean necesarias para blindar el proceso electoral de la infiltración del narcotráfico.

 

Al mismo tiempo exigió al gobierno “que no haga de este tema un arma para minar la confianza en las autoridades electorales, socavar el proceso o agredir a partidos y candidatos”.

 

Coldwell afirmó  que con Peña Nieto ganarán la Presidencia de la República, pues hacía tiempo que no se perfilaba una precandidatura con un apoyo popular tan fuerte:

 

“Como nunca antes en 12 años, el PRI tiene la oportunidad de ganar la Presidencia de la República  y la mayoría del Congreso de la Unión. En la contienda que se avecina contaremos con el mejor de los candidatos, nuestro compañero Enrique Peña Nieto”, exclamó.

 

DEL PASADO AL FUTURO 

Coldwell inició su discurso con estas palabras: “Asumo la presidencia del comité ejecutivo nacional  del partido político más relevante en  la historia de México”.

 

Recordó que ante la polarización política que surgió de la controvertida elección presidencial de 2006, “la actuación pertinente de nuestros grupos parlamentarios en el Congreso de la Unión, y el sentido de institucionalidad de nuestros gobernadores, salvaron al país de caer en una gravísima crisis político constitucional”.

 

Ahora, dijo, hay un PRI que se ofrece como la mejor opción ante los problemas de estos tiempos, y la imperiosa necesidad de remontar los obstáculos que amenazan la viabilidad del Estado mexicano.

 

“Los priistas miramos hacia el futuro. Hay que tenerlo claro, nos dirigimos a la renovación, no a la restauración”.

 

Señaló que en México hay una creciente insatisfacción ciudadana con el desempeño del gobierno, porque ha sido incapaz de frenar la violencia y la inseguridad pública, porque en este  gobierno la economía ha crecido muy poco y la generación de los empleos se encuentra estancada, porque es un gobierno bajo el que los  poderes fácticos prevalecen sobre los establecidos constitucionalmente, y las instituciones están presas de la corrupción.

 

La descomposición, siguió el sucesor de Humberto Moreira, se agrava por la desigualdad social, la escisión de las cadenas productivas, los ineficientes monopolios públicos, y las grandes corporaciones financieras, que dominan el sistema, ante un Ejecutivo que no acierta a erigirse en árbitro y conductor de las energías sociales.

 

Una parte considerable de la población se desperdiga movida por la urgencia de resolver sus problemas del día a día, añadió, y vive ajena al quehacer de las instituciones públicas que le han  dado la espalda.

 

Por todo ello, resumió, las encuestas de opinión reflejan el desencanto con la política, el gobierno y las figuras públicas.

 

Es en ese escenario, concluyó Coldwell, que el PRI  se apresta a encabezar la profunda transformación que la nación requiere.