El asesino sólo veía bultos en las calles. El coche venía rápido por la Plaza de Cataluña. Llegó al principio de las Ramblas de Barcelona. Como era habitual, estaba repleta de gente, la mayoría turistas. El coche se subió al camellón. El Paseo de las Ramblas es lo suficientemente ancho para que un coche circule sin mayor problema.

Todo comenzó cuando se llevó por delante uno de los primeros puestos de flores que inundan las Ramblas.

Empezó el escarnio. Iba atropellando a todos los que se cruzaban a su paso. Conducía en zig-zag para asesinar al mayor número de personas, entre otros un niño pequeño que dejó su sangre y su vida en el asfalto.

Lo demás es lo de menos.

Sólo se oían gritos de terror. Los privilegiados tuvieron mucha suerte al poder apartarse a tiempo. Otros no lo lograron. Desde las ventanas de los hoteles que se encuentran en las Ramblas se podía ver cómo el coche iba a gran velocidad entre gritos de desesperación y llantos de impotencia.

Pocos metros después del mercado de la Boquearía, el terrorista abandonó su máquina de matar y se escapó por las callejuelas angostas que confluyen en el barrio multiétnico del Raval. Terminó escondiéndose entre el aturdido gentío que se acercaba a socorrer a los que todavía tenían vida.

Ha pasado un año desde aquel atentado. Barcelona y el resto de España todavía no se recuperan de aquel shock. España se había convertido en un objetivo prioritario del terrorismo yihadista.

Cuando a finales de esta semana el rey Felipe VI llegue a Barcelona a participar de los actos conmemorativos del primer aniversario de aquel atentado, no se encontrará con una Barcelona que recibe con gusto al Jefe de Estado.

No. Han anunciado que el Rey no es bienvenido a Cataluña y que realizarán protestas por su visita .

Todo esto lo hacen por el afán de Independencia con respecto de España. Pero sobre todo por la publicidad que quieren hacer al mundo sobre dicha Independencia. Aprovechan un acto triste y luctuoso como el atentado de Barcelona para gritar sus soflamas al exterior.

Resulta indecente que los independentistas miren para ellos despreciando a nuestros muertos, nuestros queridos muertos, esos hombres y mujeres que perdieron la vida por un maníaco. Resulta repugnante cómo los independentistas juegan con los sentimientos de aquéllos que perdieron a sus familiares en aquel terrible atentado.

No quedará más remedio que ver cómo abuchean al Rey que es finalmente el embajador de todos los españoles.
Si los independentistas abuchean a don Felipe, nos estarán abucheando a todos.

No quisiera llegar a esa bella ciudad que es Barcelona y sentirme incómodo. Cataluña es parte de la casa de todos los españoles.
El gobierno de Pedro Sánchez les ha dado muchos dulces para que los independentistas puedan comer lo que les gusta.
Es más, sobre la mesa está la posibilidad de realizar un referéndum para saber si los catalanes quieren ser independientes, vulnerando así la Carta Magna, la Constitución española.

Lo único importante es la conmemoración para la memoria de aquéllos que perdieron su vida en el atentado.

 

Lo demás es lo de menos.