En el marco de la reunión ministerial de la OCDE, se presentaron tanto oportunidades como desafíos para la economía mexicana en el futuro; pues a pesar del optimismo a principios de año, se espera una desaceleración del crecimiento económico, proyectando un 2.2% para 2024 y un 2.0% para 2025.

Este panorama, aunque desalentador, presenta elementos clave que requieren un análisis detallado; ya que en medio de los debates que delinean el rumbo del país, se vislumbra que la inversión podrá encontrar respaldo en proyectos de infraestructura y en la relocalización de empresas extranjeras; al tiempo que el dinamismo laboral, puede fortalecer el consumo.

Sin embargo, la inflación proyectada al 3.1% en 2025 plantea preocupaciones, siendo la incertidumbre la constante en este ámbito, dado que los servicios podrían convertirse en un obstáculo para la estabilidad del país. En ese sentido, la OCDE ha ofrecido recomendaciones concretas para fortalecer la economía, como mejorar la eficiencia en el gasto público o ampliar la base de ingresos fiscales.

No obstante, más allá de estas cifras, la confianza del consumidor también es crucial para evaluar la salud económica del país. En abril de este año, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) registró dos meses consecutivos de descensos, situación que refleja una mayor cautela entre los consumidores, tanto en sus perspectivas individuales como en las proyecciones para la economía nacional.

De modo que al analizar este fenómeno, se observa que varios indicadores mostraron una disminución en abril. La percepción sobre la situación económica actual del país, en comparación con hace un año, cayó 0.5 unidades, alcanzando su nivel más bajo desde enero. Las posibilidades actuales para comprar bienes también retrocedieron 0.5 unidades, marcando su segunda caída consecutiva desde julio-agosto de 2022.

En cuanto a las expectativas futuras sobre la situación económica del país dentro de un año y sobre el comportamiento de los precios, se registraron descensos significativos; indicando que como ciudadanos percibimos tanto mayores presiones en los precios como una menor confianza en la evolución económica a corto plazo.

Esta cautela puede tener diversas implicaciones. En primera instancia, los indicadores sugieren una preocupación creciente por la inflación y una visión menos optimista sobre el futuro cercano. Por lo que monitorear estos indicadores y comprender sus causas será fundamental para desarrollar las políticas necesarias para impulsar el bienestar de la población y el crecimiento sostenible de la economía.

Lo anterior, toda vez que estas fluctuaciones en la confianza del consumidor no son simplemente datos estadísticos; son indicadores del estado emocional de una sociedad ante su presente y futuro económico. Sin duda, las estimaciones de la OCDE y la cautela de la población se entrelazan en cada dato, cada proyección y cada movimiento del mercado, influyendo tanto la percepción colectiva como en las decisiones individuales de compra e inversión.

 

Consultor y profesor universitario

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