El régimen de Andrés Manuel López Obrador hace todo lo que esté a su alcance, dentro o fuera de la ley, para garantizarse un triunfo electoral el próximo 2 de junio.

Es tan evidente que sabe que no todos los caminos tomados están dentro de lo que permite el marco legal que ya llegó la amenaza de los tigres sueltos en caso de que la autoridad electoral se atreviera a hacer su trabajo.

Pero en Palacio tienen una preocupación mayor a los resultados electorales.

Además de tener una tapadera, la inquietud central de Andrés Manuel López Obrador es que las encuestas lo dejen como el Presidente que terminó su mandato con las más altas calificaciones.

La más grande obsesión del actual mandatario es pasar a la historia al nivel de los mejores presidentes de México.

Es evidente que eso será imposible cuando su gobierno entregará algunos de los peores resultados en varias generaciones, la historia no lo va a perdonar.

Ya hay conciencia de que, en materia de seguridad, economía, nivel de desarrollo social, con todos los subíndices que ahí puedan caber, los resultados del lopezobradorismo son muy malos.

El punto es que hay conciencia en Palacio de la disparidad de la percepción ciudadana de los graves problemas nacionales y la disociación con la figura presidencial. Vamos, hay una mayoría que reconoce que estamos muy mal, pero no todos logran entender la responsabilidad de ello de López Obrador.

Esa es la apuesta en la que ya trabajan desde hace algunos meses. Con todas las herramientas de la propaganda que dominan, buscan generar la idea de que la popularidad personal de Andrés Manuel López Obrador crece como la espuma a menos de seis meses de que la Constitución lo obligue a entregar el poder.

Hay conocimiento, y temor, en Palacio de los niveles de popularidad con los que terminaron otros presidentes y la meta es vender una idea de que nadie acabó con tal nivel de aceptación como López Obrador y en ello están trabajando.

De acuerdo con un promedio de mediciones, el expresidente más popular al final de su mandato fue Ernesto Zedillo quien terminó con una aceptación del 67%, le siguió Vicente Fox con el 61% y Felipe Calderón con el 57%. De Peña Nieto ni hablemos, por favor.

Pero resulta que de acuerdo con una de las mediciones más serias que se han hecho de la popularidad presidencial, la de Consulta Mitofsky, hoy la aceptación de López Obrador está en el 53.9% y difícilmente podría mejorar con un país tan convulsionado.

Y entonces, Reforma hizo la magia y hoy se magnifica de forma frenética en los medios de comunicación del Estado y los pasquines que viven del erario, que repentinamente López Obrador tiene una aprobación del 73%. A la par que los encuestadores afines siguen en lo suyo.

Algo que acabaría con los nervios de López Obrador es que finalizara con niveles de popularidad por debajo ¡de Felipe Calderón! Y por eso el aparato propagandístico oficial está volcado en ese último desafío de cierre de sexenio.

Entonces, ese es uno de los actos finales de este gobierno, tratar de convencer a quien se deje que López Obrador se va como el Presidente más popular del mundo mundial.

 

      @campossuarez