Los rebotes dentro del equipo de campaña de Xóchitl Gálvez le han impedido a la candidata presidencial consolidar un discurso de campaña, más allá de los chispazos discursivos que de cuando en cuando nos regala.

Xóchilt ha utilizado casi un mes de campaña en responder a los ataques de López Obrador, el jefe de campaña de Claudia Sheinbaum, en lugar de concentrarse en enfatizar su oferta de gobierno.

No es que deba ignorar los señalamientos presidenciales, pero desgastarse en responderle le quita tiempo y energía para lo que realmente importa: los votantes.

La candidata opositora no se puede quejar de falta de material para contrastar sus propuestas contra las de Sheinbaum y mucho menos con los resultados de este gobierno.

Ahí están los datos duros, la documentación de los fracasos, de los gastos inútiles, de las omisiones catastróficas, los datos falsos y la visión de un país de chocolate que solo comparten quienes están en el gobierno y sus partidarios.

Ahí están de mal ejemplo Sinaloa, con un gobernador que normaliza el secuestro de familias completas, o Campeche, con una gobernadora insensible e incapaz de atender los reclamos razonables de sus policías con tal de mantener en el puesto a su ineficiente amiga.

Y Veracruz, tomado por la delincuencia por la permisividad y la incompetencia del gobernador Cuitláhuac García.

Material no le sobra para contrastar las dos visiones del México futuro.

Pero no ha podido encontrar la continuidad discursiva; se ha ido distrayendo en el camino con asuntos que deberían resolver los elegidos de su equipo de campaña.

Xóchilt quiere concentrar todas las decisiones y ello puede llevarla al fracaso.

No se nota la presencia de Santiago Creel como coordinador de campaña y por ello tuvo que poner a Max Cortázar como “vicecoordinador de campaña’’, colocándolo en un lugar que desconoce y quitándolo de un puesto al que había llegado para poner orden.

La esperanza que tienen quienes apoyan la candidatura de la hidalguense es que pueda dar el estirón a partir del primer debate presidencial, programado para el 7 de abril próximo, poco menos de dos meses antes de las elecciones.

Es ahí o nunca será.

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Santiago Taboada sumó el apoyo del dirigente de los transportistas de la CDMX, Fernando Ruano, así como el del sindicato local del sector salud, algo que no se había visto en las elecciones de los últimos 20 años en la capital del país.

El tema tiene que ver con el desencanto y con el “maltrato’’ que, a decir de los dirigentes laborales, han sufrido sus organizaciones no sólo en esta sino en pasadas administraciones.

Quién sabe cuántos votos efectivos puedan aportar cada una de las organizaciones que se han sumado al candidato opositor en la CDMX, pero algo debe significar que ya no estén del lado de la candidata oficial, por más “advertencias amistosas’’ que hayan recibido.

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Ayer se celebró el debate entre candidatos al Senado por el estado de Jalisco y el único que no se presentó fue el morenista Carlos Lomelí, cuya cola es más larga que la de un tiranosaurio.

Lomelí tenía la oportunidad de responder sobre las acusaciones que pesan en su contra, pero decidió que mejor no, otro día con más calma.

En Sinaloa, el organismo electoral local manifestó que no hay debate entre candidatos al Senado “porque nadie lo ha solicitado’’.

Bueno, pues ayer mismo la candidata del PRI, Paloma Sánchez, lo solicitó.

Ni modo que vayan a decir que no, ¿verdad?