La reciente publicación del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas ha arrojado luz sobre una realidad cada vez más preocupante: la brecha entre las naciones ricas y pobres no sólo persiste, sino que se está ampliando. Este indicador, que evalúa cómo viven las personas y durante cuánto tiempo, nos ofrece una nueva evidencia de una división en aumento entre países con diferentes niveles de desarrollo.

El informe revela que, a pesar de algunos avances notables en el desarrollo humano global, la desigualdad está en alza y corre el riesgo de alimentar la polarización y el estancamiento. El Índice, que evalúa a 193 países en términos de ingreso nacional per cápita, educación y esperanza de vida, alcanzó un nivel récord el año pasado. Sin embargo, este logro se ve empañado por la reversión de 20 años de reducción de desigualdades entre naciones ricas y pobres.

El contexto actual, marcado por la postpandemia, conflictos globales y amenazas a la democracia, ha generado lo que el programa de la ONU describe como una “bifurcación desafortunada y evitable” en el camino hacia el desarrollo. Mientras algunos países han logrado recuperarse, muchos otros, especialmente los menos desarrollados, continúan rezagados.

En cuanto a México, su posición en el Índice de Desarrollo Humano 2023 muestra avances modestos, pero que aún presentan desafíos para cerrar la brecha con las naciones más desarrolladas. Con un puesto en el número 77 de 193 países, México se sitúa en la categoría de desarrollo “Alto”. Sin embargo, este logro debe analizarse en el contexto de la región, donde países como Chile, Argentina y Uruguay lideran el camino hacia un desarrollo más equitativo y sostenible.

En ese sentido, para revertir esta tendencia, México y otras naciones deberán enfocarse en políticas que promuevan la igualdad de oportunidades, mejoren la calidad de vida de sus ciudadanos y fortalezcan las instituciones democráticas. Esto incluye medidas para abordar la desigualdad económica, garantizar un acceso equitativo a la educación y la salud, y fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones.

Es evidente que el informe nos confronta con una verdad incómoda, pero necesaria. No obstante, es aquí donde la voz de liderazgo, la responsabilidad colectiva y la visión estratégica cobran un papel fundamental. En tiempos electorales, las y los candidatos deben poner en el centro de sus agendas la construcción de políticas públicas eficaces y programas de acción concretos.

Y aunque si bien la inversión en infraestructura, la promoción de la innovación y el fomento de la participación ciudadana serán pasos indispensables en el camino hacia un desarrollo humano integral, la cooperación internacional, la colaboración entre sectores público y privado, y el empoderamiento de comunidades marginadas serán también elementos clave para construir un futuro más prometedor. Sólo a través de un esfuerzo conjunto y coordinado se podrán cerrar las brechas.

 

Consultor y profesor universitario

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