Cuando un país conserva intactas sus instituciones democráticas tiene la oportunidad de premiar los gobiernos que den buenos resultados, o al menos buenas impresiones, con una repetición del político o su partido.

Pero cuando ascienden al poder líderes carismáticos y autoritarios y consiguen popularidad, lo primero que buscan es su perpetuación en el poder y es cuando empiezan las peores historias de esos países.

Cuba enalteció al líder de su revolución que terminó con una colonia de facto, pero instauró un régimen opresor, que enriqueció a sus élites y empobreció a su población que hasta hoy hereda el poder en esa vieja dictadura.

Daniel Ortega, el emblemático guerrillero sandinista, que hoy es un despiadado dictador que apabulla a Nicaragua.

El carisma del comandante golpista que acabó en la cárcel y desde donde se alzó para conseguir el poder al grito de la República Bolivariana de Venezuela, fue derrotado por el cáncer no sin antes heredar el poder a un sujeto tan impresentable como Nicolás Maduro.

Y Nayib Bukele, “el dictador más cool del mundo mundial”, como se autodescribe, asumió el poder con una promesa punitivista, en un país que ciertamente estaba sumido en el terror de la violencia.

El éxito de sus políticas que sobrepasaban la ley, pero daban resultados le ganó la vista gorda de una sociedad que hoy ha ignorado cualquier violación a su Constitución para entregarle el poder total y la certeza de que de esa cúspide nadie lo podrá mover.

Esos dictadores, Castro, Ortega, Chávez, Bukele, tienen en común que consiguieron el éxito y que su ambición de poder los llevó a desmantelar cualquier esquema democrático que existiera en sus países, por precarios que éstos fueran.

Hay países como Venezuela donde su población hoy ya es incapaz de recordar en qué momento lo perdieron todo, cuándo decidieron cambiar sus problemas habituales por una dictadura infame como la que hoy tienen.

Pero, ¿qué pasa cuando un candidato a dictador es también inepto y no da resultados que avalen sus planes autoritarios de eternizarse en el poder?

A esos les quedan dos caminos, confiar en la torpeza notable de entender las cosas de sus seguidores o bien la fuerza de sus ejércitos.

Chile, por ejemplo, tuvo que pasar por una dictadura despiadada sostenida con la brutalidad de la bota militar para llegar a la democracia más moderna y efectiva de toda Latinoamérica, pero eso les costó mucho sufrimiento por varias generaciones.

Hacia dónde va un país como México, que hoy tiene un gobierno concentrado en una sola persona, que no ha dado resultados pero que tampoco ha dado todavía ese paso hacia la imposición antidemocrática.

Qué momento vivimos ahora mismo, cuando desde el poder el presidente Andrés Manuel López Obrador usa la fecha de la promulgación de la Constitución del país para despreciar su conmemoración y usar el día para lanzar un rediseño autoritario de muchos temas centrales de la vida de este país.

Hay claramente un reto a las instituciones democráticas del país con miras a retener el poder prácticamente al costo que sea.

¿Son solamente fuegos artificiales propagandísticos para reencauzar a una feligresía desencantada con un mal gobierno, o hay anticipos que hoy no somos capaces de entender?

 

      @campossuarez