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Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

La diabetes es una de las enfermedades crónicas más severas y frecuentes en México. Tan sólo en 2022 se reportaron 14.6 millones de personas con diabetes. Además, aproximadamente 115,681 fallecieron durante ese año a causa de esta enfermedad. Esta cifra representó el 13.65 por ciento de las defunciones totales de 2022.

La diabetes es una enfermedad muy vieja. Se tiene registro de ella en papiros que datan del 1550 a. C. y en unos textos conocidos como las Vedas hindúes, fuente de las religiones y filosofías indias. Es justamente en estos últimos textos en donde se describe a la diabetes como una enfermedad que causaba una “orina pegajosa y con sabor a miel”. Gracias a ese sabor es que Thomas Willis le puso el nombre de “diabetes mellitus”. Ahora bien, ¿cómo descubrieron que era dulce? De seguro advirtieron que las hormigas se acercaban a la orina de estas personas y la probaron… o quizá alguien más les contó. Es un enigma.

El término “diabetes” fue acuñado por Areteo de Capadocia durante la Época Imperial Romana. El nombre viene del griego y significa “lo que fluye a través” refiriéndose a la acción excesiva de orinar que presentan aquellos que sufren esta enfermedad. La raíz también la comparte la palabra “diarrea”, sólo que ahí el conducto de salida es “a través” de otro canal.

Entre los siglos XVII y XIX, se hicieron varios descubrimientos importantes. Primero, se descubrió que las alteraciones en la orina se debían al exceso de azúcar en la sangre. Luego se descubrió que el páncreas era el órgano encargado de regular el azúcar en el organismo y que resultaba afectado a causa de la diabetes.

Finalmente, en 1869, se descubrió que las células pancreáticas segregaban una hormona que regula los niveles de glucosa en el cuerpo. A partir de 1909, debido a la forma de islotes que tenía, se le empezó a conocer como “insulina”.

Los avances siguieron hasta 1921, cuando Nicolás Paulescu, fisiólogo rumano y ganador del Premio Nobel en 1923, ideó una solución pancreática que se podía inyectar de forma intramuscular. La propuesta fue revolucionaria, pero lamentablemente la inyección dejaba afectaciones bajo la piel bastante dolorosas.

En ese mismo año, los investigadores canadienses Frederick Banting y Charles Best exprimieron un páncreas de perro e inyectaron el líquido en otro lomito que padecía diabetes. Sorprendentemente, ¡funcionó!

Un año después, justo por estos días, Banting y Best decidieron aplicar su descubrimiento en Leonard Thompson, un joven de 14 años que padecía diabetes tipo 1 y que apenas si pesaba 29 kg. El experimento fue todo un éxito y el joven Thompson logró vivir otros 13 años más.

A raíz de esto, la producción de insulina aumentó significativamente en todo el mundo. De igual modo, los avances científicos siguieron dando frutos. En 1960, se aclaró que, por lo menos, existían dos tipos diferentes de diabetes. Otros tipos como la diabetes gestacional, que se da durante el embarazo, fueron descubiertos en los siguientes años.

Con estos avances científicos, está claro que la lucha contra la diabetes cambió de rumbo. Hoy la diabetes tipo 2 prolifera en muchas partes del mundo, por lo que la batalla ya no se centra en descubrir lo desconocido, sino en lograr llevar una vida sana y activa que pueda cambiar el panorama actual en el que vivimos.

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana