Hector-Zagal
 

Por relatos virreinales como el Nican Mopohua (“Aquí se cuenta”), sabemos que la Virgen de Guadalupe se le apareció a Juan Diego un día como hoy pero de 1531. Se convirtió rápidamente en el máximo símbolo del catolicismo en México y en buena parte de América. Incluso hoy, 492 años después, seguimos celebrando su aparición a modo de cumpleaños.

Pero más allá de su relevancia religiosa, la figura de la Virgen de Guadalupe también ha sido un personaje importante en varios episodios de la historia mexicana.

Cuando Miguel Hidalgo dio su famoso grito en Dolores, mencionó a la Virgen de Guadalupe. Luego, cuando pasó por la sacristía de Atotonilco, tomó un lienzo de su imagen y lo utilizó como bandera de su movimiento. Si lo vemos desde el punto de vista estratégico, fue muy inteligente. Desde antes de la Independencia, criollos y españoles tenían una disputa con sus vírgenes.

Algunas crónicas de Coyoacán narran cómo, cuando se presentaba alguna epidemia, se hacían recorridos de vírgenes en la plaza para mitigar la adversidad. Los españoles sacaban a la Virgen de los Remedios pues era más cercana a ellos. Por el contrario, los párrocos y creyentes criollos sacaban a la Virgen de Guadalupe.

El simbolismo de las vírgenes está bien marcado. La Virgen de Guadalupe se apareció en el cerro del Tepeyac para arropar a los nativos del Nuevo Mundo. En cambio, la Virgen de los Remedios, según cuenta una leyenda de la Conquista, se apareció durante la Noche Triste para echarle tierra en los ojos a los mexicas que perseguían a los españoles.

Por ello, para independistas como Morelos, la Virgen de Guadalupe era “La Patrona de Nuestra Libertad”. Del otro bando, la reacción del ejército realista fue hacer algo similar pero con la Virgen de los Remedios. El virrey Francisco Xavier Venegas la nombró “generala” y la llevó por la ciudad, vestida con escudos de ese cargo.

El nombre del primer presidente de México tiene que ver con la Virgen de Guadalupe. José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix fue un militar que se unió a la causa de Morelos y que después cambió su nombre a Guadalupe Victoria: “Guadalupe”, porque estaba encomendado a la virgen; “Victoria”, porque anhelaba la victoria independista de su país.

En 1921, la imagen de la Virgen sufrió un atentado directo que buscaba destruirla. Se cuenta que la mañana del 14 de noviembre, un hombre se acercó al altar y colocó un arreglo floral debajo de la Virgen. Estaban en la Antigua Basílica en la que la imagen de la Virgen residió hasta 1976.

Minutos después, el arreglo floral explotó; tenía una bomba en su interior. Por fortuna, entre la bomba y la Virgen había un cristo de hierro y bronce. La efigie de 34 kg la protegió. Pronto intentaron linchar al supuesto autor del atentado: un ferrocarrilero llamado Luciano Pérez. No se saben bien las razones que tuvo, pero algunos especulan que el mismo presidente en turno, Álvaro Obregón, le encargó hacerlo. Las sospechas nacieron luego de que Obregón ordenara evitar el linchamiento de Luciano. Cinco años después, los templos religiosos cerrarían sus puertas y comenzaría la Guerra Cristera.

Por sorprendente que parezca no fue la primera vez que la imagen de la Virgen resistió a un infortunio que hubiese podido acabar con su existencia. En 1785, un trabajador que se encargaba de limpiar su cuadro derramó accidentalmente ácido muriático en el ayate de fibra de maguey. Sobrevivió. Tan sólo presentó una mancha en una de sus esquinas.

Sin duda estos episodios en la historia de nuestro país le dan más sentido a las palabras del papa Francisco cuando, en mayo de 2020, pronunció: “En México puedes no ser católico, pero sí guadalupano”.

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana