El estreno de la precuela nos recuerda la influencia de este peculiar autor.

¡Bienvenidxs a la fábrica de chocolate! O bueno, a los inicios de ella.

Esta semana se estrena Wonka, que nos cuenta la historia de un joven Willy Wonka, con el visionario sueño de crear los más extraordinarios dulces para satisfacer al público. Para quienes no lo sepan, Willy Wonka es el dueño de la fábrica de chocolate, del cuento clásico de Roald Dahl, un novelista y cuentista que ha narrado diversa cantidad de historias, como Matilda y Jim y el durazno gigante, cuyo mensaje suele ser uno oscuro. En el caso del clásico Charlie y la fábrica de chocolate, que ya ha tenido dos adaptaciones cinematográficas anteriormente, en 1971 y 2005, se habla sobre la tentación y los peligros de perseguirla. Cinco niñxs reciben una visita guiada de su fábrica favorita, solo para ser seducidxs por los placeres que pone Willy Wonka.

Tal mensaje sombrío no se percibirá en esta precuela, protagonizada por Timothée Chalamet y dirigida por Paul King, porque nos transporta a un Wonka lleno de ilusión por crear su revolucionaria industria. El mensaje de esperanza contrasta con el futuro siniestro del personaje, pero el espíritu imaginativo se conserva. Y es esencial que narradores como Roald Dahl tengan historias constantemente adaptadas, porque invitan a mantener el género de la fábula con vida, cosa que puede inspirarnos a soñar. Tales concepciones son esenciales para incentivar a las mentes creativas, a creer en nosotrxs y a abrazar el poder de lo extraño.

El autor contrasta lúgubres escenarios con mensajes de aliento, algo que aprendió durante su carrera. Primero contaba historias macabras para adultos con tendencias misóginas y racistas, y luego su género evolucionó, al contratar sus bizarros mundos con dosis de humor y de situaciones entrañables. Quizá los mensajes detrás de sus relatos puedan ser pesimistas en muchas ocasiones (como, en este caso, desconfiar de la autoridad), mas uno destaca como algo realmente positivo: enorgullécete de “tu poder”.

Fuera de Matilda, en donde literal habla sobre una niña con poderes escapando de un ambiente abusivo, el poder detrás de Charlie en esta historia es su humildad, el cual lo hace superar todas las pruebas del malvado Willy Wonka.

Ese cariño por lo bueno y de abrazar lo raro va a la par con el trabajo de Paul King en Paddington, una de las franquicias más celebradas por su ternura y humor. Mientras no se pierda ese aspecto crudo y real de Dahl en esta precuela, esa mesura, de fantasía con dotes realistas, esta historia podrá conservar el espíritu de un autor que cautiva, y cautivará, a múltiples generaciones.

 

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