¿Que la prueba PISA nos puso por los suelos? ¿Lugar 51 de 81 en la clasificación general? ¿Último lugar en ciencias? ¿Que vamos en picada en matemáticas desde 2018, y miren que antes de este sexenio glorioso los funcionarios temblaban porque cada que publicaban los resultados de la prueba nos acercábamos más al sótano numérico de los países evaluados?

¿Que para efectos prácticos no sólo no hubo un aumento sino que hubo un recorte en el presupuesto de educación? ¿Que los libros de la nueva escuela mexicana no terminan de amarrar? Calma.

La solución está a la mano. Y no, no consiste en meterle más dinero a las escuelas. Por Dios: austeridad republicana, ¿recuerdan? Al contrario.

Podemos ahorrarnos todo el presupuesto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) o casi todo, si aprovechamos el recurso más valioso que tiene este país: su Presidente, una especie de profesor universal; un Gandalf el Gris para toda la chiquillada azteca.

Está fácil: extendemos dos horas las mañaneras y de nueve a 11  escuchamos clases de todo –Juárez y Mussolini, poesía de Amado Nervo, crianza de pollos–. Con eso basta. De todas maneras, recuerden que aquí lo de las calificaciones, los reprobados y demás ha sido proscrito, porque no se fomenta la competitividad, sino algo así como el desarrollo de valores espirituales y nacionalistas con conciencia de clase y huipil. Vaya, que no tenemos que poner a nuestro líder a calificar exámenes. Nada más faltaba.

Mientras esta propuesta revolucionaria tiene efecto, lo que hay que hacer es –permítanme las referencias futbolísticas– dejar de jugar en la Champions League, o sea la OCDE, e irnos a jugar a la Europa League. Bueno, no: a la Conference League. Es más: a Concacaf, como siempre.

Es decir, dejarse de andar de aspiracionistas, de pretenciosos y pedir que no nos comparen con Singapur, Finlandia o Japón, sino, mejor, con nuestros hermanos bolivarianos. Hay que pensar fuera de la caja: cabeza de ratón, no más cola de león.

Puede que las capacidades lectoras de nuestros chicos sean nivel diputado de Morena, pero estoy seguro de que, en contraste con Nicaragua, van a parecer neozelandeses o noruegos, y de que no vamos a parecer tan analfabetas en ciencias si nos ponen enfrente a un destacamento de cubanos, que vienen de un país donde no se enseña el inglés y básicamente no hay Internet.

Estas dos soluciones se pueden complementar con una igualmente buena, bonita y barata, e inmediata: que el Presidente diga que por qué callaron los de PISA cuando el PRIAN saqueaba al país.

 

    @juliopatan09