Leo que una de las alcaldesas (o alcaldes) más visibles del no chairismo, Sandra Cuevas ha decidido “poner en pausa” su relación con la alianza opositora y pienso que la referida alianza probablemente no tiene conciencia plena de la mala noticia que eso involucra. Lo de la pausa tiene muchas manifestaciones, pero el resultado siempre es el mismo: un corazón partío, si puedo citar a los clásicos.

Lo sé porque he sido pausado unas cuantas veces desde que en el primer año de la preparatoria una novia con la que llevaba 36 horas me aplicó una de las versiones de la pausa: “Orita no quiero tener una relación”, para terminar de novia del bajista mariguano del grupo unas 12 horas después. Siguieron juntos hasta que se fueron a la universidad. Bueno: hasta que ella se fue a la universidad.

Aunque no vayan tan lejos. El Presidente decidió hacer lo propio, “pausar” la relación con España, y acto seguido les mandó de embajador a Quirino Ordaz. No se me ocurren muchas expresiones más claras del desprecio.

El comentario viene a cuento porque lo de Sandra Cuevas es apenas el último rompimiento, para llamar a las cosas por su nombre, alrededor de la figura señera de Alito Moreno.

Tantito antes, la antorcha humana, mi Rubalcava, ese hombre de tremenda belleza interior según descripción de la propia Sandra, anunció que chao al PRI porque no lo candidateaba para la ciudad y que se iba a encargar de que Ernestina Godoy quedara ratificada, para que aprendan, mientras a su baja se sumaba la de Alejandro Murat. Sin mencionar que todavía unos pocos días antes se le había ido a la yugular al dirigente priista nada menos que Xóchitl Gálvez.

El caso es que mi Alito –supongo que esto le sorprende a las lectoras y los lectores tanto como a Marko Cortés, esa águila del panismo– parece que no está resultando exactamente una figura de consenso, uno de esos líderes capaces de aglutinar en torno a su persona, a su brillo, a movimientos capaces de cambiar la historia de un país. ¿Se imaginan? El carisma, el magnetismo, parecen estar del lado oficialista.

Híjole. Estamos en problemas. En el entendido de que antes veremos abandonar el cargo a Nico Maduro que al favorito de Campeche, lo único que nos queda es confiar en que Alito desentierre el carisma y, para sorpresa de todas y todos, con gracia y seducción, unifique de vuelta a las ovejas descarriadas y salve la democracia. Eso, o ver si todavía nos reciben en Movimiento Ciudadano, que a fin de cuentas tampoco tiene cadeneros muy exigentes.

 

    @juliopatan09