Lo que para el presidente López Obrador son “actos de propaganda’’, para los habitantes que sufren la llegada y establecimiento de grupos de la delincuencia organizada es un infierno.

La disputa de territorios entre cárteles de la droga se da por la ausencia absoluta o complicidad de la autoridad de los tres niveles de Gobierno.

¿En qué país un ejército de delincuentes puede desfilar impunemente sin que las fuerzas del orden aparezcan hasta días o semanas después?

Las personas que aplaudían la llegada de un convoy de sicarios del Cártel de Sinaloa, a los lados de una carretera en Frontera Comalapa, Chiapas, son ya víctimas de ese grupo.

¿De dónde se “surten’’ de personal esos grupos?

De los mismos pueblos, por supuesto, aplicando una leva que lo mismo incluye a adolescentes, casi niños, hasta hombres de mediana edad con suficiente peso y fuerza para cargar un cuerno de chivo.

Quienes aplaudían, a fuerza por pura ignorancia la llegada de ese grupo de sicarios, serán los que paguen las extorsiones, el derecho de piso, los secuestros, los que padezcan las matanzas, los que no podrán salir de casa tranquilos.

Son esos pobladores quienes en semanas buscarán refugio en otros pueblos más tranquilos, los futuros migrantes en su propia patria.

Más que un acto de propaganda, que en sí mismo lo es, el desfile de camionetas acondicionadas con armamento de uso exclusivo del Ejército, repletas de sicarios, es una muestra de la fallida estrategia para combatir a esos grupos.

López Obrador se ha pasado todo el sexenio acusando a Felipe Calderón de “haber pateado el avispero’’, de desatar una guerra “sin ton ni son’’ en contra de los cárteles, pero él ha sido incapaz de diseñar una estrategia nacional que inhiba la capacidad de fuego y las demostraciones de fuerza de la delincuencia organizada.

Ayer, luego de la difusión del video “propagandístico’’, el Gobierno federal envió a 800 efectivos, entre policías estatales, Guardia Nacional y Ejército, a la zona del conflicto.

Las órdenes, sin embargo, no fueron localizarlos, no fue decomisar las camionetas ni las armas, sino esperar en las carreteras.

¿Esperar qué?

A lo mejor, un milagro.

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Chiapas ha tenido gobernadores malos, peores y Rutilio Escandón.

Quién sabe qué le vio hace seis años López Obrador para palomearlo como candidato de Morena cuando había mejores prospectos para enfrentar el desafío.

Los resultados de esa decisión están a la vista.

Un gobernador ausente, timorato, sin personalidad y lo peor, al parecer sin interés en resolver los grandes problemas de la entidad.

Escandón prefiere las inauguraciones de banquetas y caminos vecinales antes de enfrentarse a la violencia que no había en el estado hasta antes de su llegada.

Qué pena lo que pasa en San Cristóbal de las Casas, en Tuxtla Gutiérrez, en los municipios que hacen frontera con Guatemala.

A ver si los chiapanecos aprendieron la lección.

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Quién sabe por qué motivo, circunstancia o razón, el Senado aprobó en Comisiones, una nueva CURP con fotografía, huella dactilar, cuando ya existe la credencial de elector como medio de identificación oficial.

Durante su gestión como presidente del INE, Lorenzo Córdova se negó a entregar a la Secretaría de Gobernación, que será la encargada de la nueva CURP, el padrón electoral que, según Olga Sánchez Cordero, sería la base del Nuevo Registro Nacional de Población.

Ahora, con el aval de Morena y sus rémoras, casi lo tienen, con lo que le quitarán al INE indirectamente el control del padrón electoral.