No hay nada que la guerra haya conseguido que no hubiésemos podido conseguirlo sin ella”, reflexionó una vez Havelock Ellis. Esta cita resuena de manera profunda en un momento en el que el escenario internacional se estremece por las declaraciones del Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, quien durante su discurso ante la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas, manifestó su desdén por el plan de paz de Ucrania, ofreciendo una respuesta provocadora: “decidámoslo en el campo de batalla”.

Estas palabras, más allá de su tono provocativo, no sólo exhiben una inflexible postura de Rusia, sino que también arrojan una sombra sobre las perspectivas de resolución pacífica en un conflicto que ha sido calificado por Lavrov como “irrealizable”.

Estas declaraciones reflejan igualmente una arraigada creencia en que Occidente es el culpable de la guerra en Ucrania, una narrativa ampliamente desacreditada por la comunidad internacional. No obstante, si bien las relaciones entre Rusia y Occidente han atravesado años de tensión, atribuir la crisis ucraniana exclusivamente a actores occidentales, constituye una simplificación peligrosa de la intrincada realidad de la región.

Además, el Ministro rechazó una propuesta de la ONU para revitalizar un acuerdo que garantizaría el paso seguro de las exportaciones de granos ucranianos, argumentando que era simplemente utópico. De modo que esta negativa agrava aún más el riesgo para la economía de Ucrania y profundiza la crisis humanitaria que afecta a la zona.

Es importante destacar que estas acciones se producen también en el contexto de un anuncio: la visita de Lavrov a Pyongyang para continuar las negociaciones con su homólogo norcoreano, tras los recientes acuerdos entre Putin y Kim Jong-un. Esto suscita interrogantes acerca de la dirección de la política internacional rusa y su voluntad de comprometerse con la comunidad global para resolver conflictos.

Cabe añadir que en su discurso ante la Asamblea General, Lavrov también arremetió contra Estados Unidos y Occidente, tachándolos de interesados defensores de un orden internacional en decadencia. Sin embargo, aunque esta retórica puede hallar eco en algunos círculos, no contribuye a la búsqueda de soluciones pacíficas y colaborativas en un mundo que enfrenta desafíos cada vez más apremiantes.

El conflicto en Ucrania ha persistido durante 19 largos meses sin vislumbrarse un cese. En esta coyuntura, el desafío primordial radica en persuadir a todas las partes involucradas de que la paz constituye la única senda auténtica y que el camino hacia la comprensión mutua, se debe recorrer con decisión y buena fe. Por lo que sólo la diplomacia y no la retórica de tal índole, será lo que conducirá a un desenlace fortuito, pues de lo contrario, la situación devendrá en una catástrofe en términos de estabilidad global.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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