El presidente Andrés Manuel López Obrador volvió a demostrar que las formalidades políticas no son lo suyo, a pesar de que, con esa actitud, refuerza las críticas que recibe por autoritario.

López Obrador decidió no invitar a las titulares de los Poderes Judicial, Norma Piña, y Legislativo, Marcela Guerra, presidenta de la Cámara de Diputados y Ana Lilia Rivera, presidenta de la Cámara de Senadores, a la conmemoración del 176 Aniversario de la Gesta Heroica de los Niños Héroes de Chapultepec.

Igualmente, ya anunció que el Poder Judicial no será invitado a la ceremonia del Grito de Independencia “porque no nos llevamos bien’’.

Puede ser que se trate simplemente de actos protocolarios, pero dichos actos tienen un simbolismo especial.
Son eventos en los que se demuestra la fuerza de la República, integrados por Tres Poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), que sirven para reafirmar precisamente nuestra constitución como país.

Conmemorar con los miembros de las Fuerzas Armadas un hecho histórico (cuestionado en años recientes) no es la mejor señal para los mexicanos.

El Presidente olvida que es el jefe del Ejecutivo y que sus fobias y sus filias personales están muy por debajo de sus deberes con la ciudadanía.

Es sano para el país que se ventilen las diferencias entre los tres Poderes de la Unión.

Pero lo que no puede permitirse un jefe de Estado, es hacer de esas diferencias agravios personales y menos tratar de justificarlos con decisiones tomadas con el hígado.

Para muchos, quizá el hecho de que el Presidente no haya invitado a los otros dos Poderes de la Unión a una conmemoración sea irrelevante, pero no es así.

El menosprecio por los organismos autónomos y ahora el desdén hacia los otros Poderes de la Unión, que sirven de contrapeso al Ejecutivo, son una mala señal para el futuro cercano, cuando está por disputarse la continuidad de su proyecto político.

En México, el Estado no es el Presidente, aunque se empeñe en querer serlo.

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La andanada morenista en contra de Xóchitl Gálvez es apenas el inicio de lo que será una larga y costosa guerra en su contra.

Ya lo sabía la legisladora hidalguense, pero quizá no pensaba que fuera tan inmediata.

Comenzó a ser cuestionada por los supuestos negocios que hizo al amparo de sus puestos de gobierno, después por su forma de hablar y ahora por haber incurrido en probables conflictos de interés con la constructora que edificó la casa en donde reside.

Y, pese a todo lo que se diga en su contra, ha tenido buenos reflejos para responder cada uno de los misiles.

Ayer, después de hacerse viral la petición de los morenistas de que sea demolida la casa en la que vive, se hizo tendencia el hashtag “Micasaestucasa’’, en donde miles de ciudadanos le ofrecían espacio en sus casas “si te destrozan la tuya’’.

La candidata de la oposición deberá tener la piel bastante gruesa porque faltan nueve largos meses antes de la elección.

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Nada mal les fue a las corcholatas perdedoras de la “elección’’ en Morena:
Adán Augusto López, coordinador Político; Ricardo Monreal, coordinador de Enlace con Organizaciones; Gerardo Fernández Noroña, coordinador de Vocerías.

Solo falta conocer cuál será la oferta para que Marcelo Ebrard se mantenga en el partido o si de plano ya no alcanzó premio de consolación, aunque la convocatoria decía que al segundo lugar le correspondería la coordinación de la bancada guinda en el Senado la próxima legislatura.

LEG