Si México tuvo el siglo pasado un día del Presidente, en el que podía salir en un auto convertible a recorrer las calles de la Ciudad de México rumbo al recinto legislativo, donde recibiría durante dos, tres o cuatro horas los aplausos de todos los presentes durante la lectura de su informe de gobierno, era porque México estaba atorado en un sistema político semi democrático.

Y si nuestro país tuvo que pasar por máscaras de cochinito en la lectura de un informe presidencial, por jaloneos y empujones hasta la expulsión del Presidente del salón de sesiones del Congreso y poner fin así a las ceremonias del informe, fue porque México entró en un proceso de recomposición democrática que hoy no podemos perder.

Los que tenemos algunos años y que vivimos esos dos mundos, el de la hegemonía priista y el del inicio de la alternancia, no deseamos un retroceso hacia los tiempos de una presidencia imperial.

Y no tiene que ver tanto con los estilos o la manera como se llenen los egos de los mandatarios en turno, algunos aman el papel picado y las plazas llenas y otros han detestado tener que hablar ante grandes multitudes.

Lo cierto es que la esencia de un informe de gobierno es la rendición de cuentas y eso hoy no se está cumpliendo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador llama informes a cada ocasión en que organiza una concentración pública que se torna en un acto partidista antes que en una rendición de cuentas.

Un estilo oneroso que se suma al costo que ya tiene para el país el uso de la tribuna presidencial para dirigir un mensaje faccioso cada mañana.

Un Presidente que tiene anuncios de radio y televisión con el uso de la frase de su campaña “Por el bien de México, primero los pobres” no está en la antesala de un informe de gobierno, sino de un mensaje partidista.

Lo que vamos a escuchar mañana y que se titula “5to Informe de Gobierno” es un compendio de las mismas frases repetidas desde las campañas y adaptadas, del tiempo futuro de una promesa a verbos en pasado de supuestos logros obtenidos, sin fondo, sin evidencias.

Pero veremos algo más. El de mañana es el discurso de una supuesta despedida del líder de un movimiento político, con todo y la preparación de la entrega del “bastón de mando” morenista durante los próximos días.

Es el tomar la estafeta temporal de jefe de campaña para preparar el terreno que lo pueda llevar a convertirse en un líder político-moral eterno de su movimiento.

No habrá autoridad electoral, judicial o política que se lo impida. Lo que mañana arranca, a nueve meses de las elecciones federales y a 13 meses del final constitucional de su mandato, es el abierto y descarado inicio de una estrategia para conservar el poder en la representación de quien, desde hace tiempo, recibió esa encomienda.

Lo que muchos hubiéramos querido a estas alturas del siglo es poder presenciar mañana una comparecencia presidencial ante el Congreso de la Unión, sí, con un mensaje político, pero también con un diálogo abierto entre grupos políticos sobre el estado que guarda la nación.

 

     @campossuarez