Recientemente, Johannesburgo se convirtió en el epicentro de la diplomacia internacional al albergar la XV Cumbre de los BRICS. Un bloque que, desde su nacimiento, ha aspirado a desafiar la hegemonía occidental y dar voz a las economías emergentes.

Esta ocasión, la cumbre tuvo un matiz particular. Los líderes de estas naciones se reunieron con el propósito de abordar una serie de asuntos fundamentales que afectan tanto a sus intereses nacionales como a la agenda global. Y aunque si bien el presidente ruso participó de manera virtual debido a las tensiones con la Corte Penal Internacional, este evento posibilitó la participación de otros líderes internacionales y figuras representativas clave.

La cumbre tuvo un enfoque ambicioso, tratando temas desde la integración de monedas nacionales en el comercio global, hasta la transformación de instituciones multilaterales como el Consejo de Seguridad de la ONU y las entidades financieras internacionales. No obstante, lo que genuinamente resaltó fue la resolución de incorporar a partir de 2024 a Egipto, Argentina, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes como nuevos miembros del bloque.

En ese contexto, la declaración final dejó en claro la intención de los BRICS de fortalecer y aumentar la colaboración entre sus miembros. Sin embargo, a pesar de esta voluntad de unidad y coherencia, se hicieron evidentes las diferencias entre los países miembros, como es el caso de las distintas relaciones de importancia con Estados Unidos y la Unión Europea por parte de los países miembro; así como el hecho de que tanto China como Sudáfrica buscaban una expansión rápida del bloque, mientras que Rusia abogaba por un proceso más gradual.

Por otro lado, no se puede obviar el papel de la geopolítica para entender su influencia en el panorama global. El bloque busca expandirse en áreas estratégicas como el Indo-Pacífico y el Atlántico Sur. Además, destaca su control conjunto de una parte significativa de las reservas de petróleo, gas y minerales estratégicos, lo que les confiere un poder considerable en la economía mundial.

El futuro de los BRICS plantea intrigas, ya que mientras aspiran a consolidarse como una fuerza coordinadora y contrapeso al G-7, las discrepancias en sus intereses nacionales y la complejidad de los asuntos que abordan, suscitan interrogantes sobre su capacidad para lograr una verdadera cohesión.

En ese sentido, la perspectiva a futuro parece optimista, aunque con precaución. Los BRICS están en un momento crítico. Han pasado de ser una simple categoría económica a una entidad con implicaciones políticas y estratégicas trascendentales. Sin embargo, su habilidad para traducir su visión en acciones concretas, determinará si se erigen como actores fundamentales en la configuración de un nuevo orden mundial, o si continúan siendo un potente símbolo de la creciente multipolaridad en el escenario global.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina