Voltaire, filósofo francés, sostenía que los pueblos a quienes no se hace justicia, se la toman por sí mismos más tarde o más pronto. Por ello, si bien el lema revolucionario “Libertad, Igualdad, Fraternidad” pareció diluirse con el paso del tiempo, aún hay vestigios impresos en el ideario francés, cuya población no cesa ante el descontento y las desigualdades; mismas que han tomado aún más relevancia en medio de un clima de tensión, donde el país ha sido testigo de una serie de protestas tras la muerte de Nahel, quien falleció luego de que un policía le disparara el pasado martes.

La muerte del joven de ascendencia argelina, ha desencadenado una ola de indignación y ha reavivado el debate sobre el uso desmedido de la fuerza por parte de la policía; al tiempo que las autoridades han buscado prohibir –sin éxito– las manifestaciones en algunas ciudades, donde miles de personas han salido a las calles exigiendo justicia y un cambio profundo en el sistema policial.

Estas protestas son una muestra del malestar generalizado y una clara señal de que la confianza en las instituciones se ha erosionado desde tiempo atrás; siendo una de las constantes más preocupantes, la discriminación racial como efecto directo de la brutalidad policial en Francia. Por ello, ante la falta de transparencia en las investigaciones internas y los procesos judiciales, diversos activistas han sugerido no eliminar el aspecto étnico en este caso.

A su vez, es importante destacar que Naciones Unidas ha instado a Francia a tomar medidas contundentes frente a esta situación, dado que no es la primera vez que se señala al país. En diciembre de 2022, ya se había expresado una profunda preocupación por el uso de controles de identidad, detenciones discriminatorias y la imposición de multas por parte de la policía y las fuerzas de seguridad, especialmente hacia las minorías.

De modo que en vista del clima de polarización y tensión actual, es crucial que todas las partes involucradas se comprometan en un diálogo constructivo, ya que este es un tema que ha persistido durante años. En ese sentido, cabe señalar que la legitimidad de la policía, afirma Tyler, se fundamenta en la confianza que los ciudadanos depositan en su capacidad de hacer cumplir la ley y combatir el delito.

Sin embargo, la falta de confianza que rodea a la institución en Francia no es simplemente un caso aislado de un sistema que no funciona, sino que forma parte de una desconfianza generalizada hacia los aparatos del Estado; pero que en el caso de la policía se vuelve aún más grave, pues esta institución depende en gran medida de una simbiosis positiva entre sus integrantes y los ciudadanos, mismos que ante la vulnerabilidad y el mal humor social pueden ser susceptibles de propuestas extremistas que no necesariamente se alinean a la protección de sus derechos.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

 

Consultor y profesor universitario

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