Así, como pateando un bote, llegamos al cierre de la primera mitad de este 2023. Cada uno tendrá su propia percepción del tiempo y decidirá si pasó rápido o no. Pero parece que fue ayer cuando se levantaban las restricciones tras el confinamiento por la pandemia de Covid-19 e iniciábamos el camino hacia la recuperación.

Este año ha sido, en buena medida, una continuación del escenario del 2022, con una inflación elevada, con la expectativa de que la recuperación económica pudiera toparse con una recesión y con la incertidumbre de saber hacia dónde podría llevar al mundo la guerra en Ucrania tras la invasión rusa.

Donde sí hemos visto un acelerador casi a tope es en los temas político-electorales internos. Es sabido que este régimen no tiene otra prioridad que conservar el poder, afortunadamente por la vía electoral, aunque no por ello con estricto apego a las reglas electorales.

Ya sin máscaras, el Presidente está abocado a la obtención de un triunfo electoral el próximo año al costo que sea.

Tan pronto como se dieron los resultados de los comicios locales en el Estado de México y Coahuila, que nos mantuvieron atentos buena parte del inicio del año, se dio el banderazo de salida a la precampaña electoral de Morena, con todo y los actos anticipados que expresamente prohíbe la legislación electoral.

Pero en el terreno económico, la primera mitad de este año ha tenido dos buenas noticias: un crecimiento económico más alto de lo esperado y un nivel de la inflación general que ha marcado una tendencia a la baja.

El matiz más importante a estas noticias viene con el hecho de que la inflación subyacente no ha bajado tan rápido como la inflación general y eso es un foco amarillo. Y, a querer o no, la fortaleza del peso frente al dólar es, también, algo que eventualmente puede estorbar al crecimiento de la economía.

La mejor palabra que describe a la economía mexicana es resiliencia, ese aguante de tantas presiones de una mala gobernanza y no pocos factores externos que, con todo, mantienen al Producto Interno Bruto en tasa positiva.

Pero a partir de la segunda mitad del año podríamos ver algunas presiones hoy ausentes.

No está claro cómo podrán los bancos centrales, incluido el Banco de México, lograr el equilibrio entre un regreso a la neutralidad de las tasas de interés con una inflación que no baja del todo y la amenaza de una eventual desaceleración hasta rozar los niveles de la recesión.

En México, con el mismo descaro que hoy el régimen hace campaña interna para justificar a quien presentarán en las elecciones presidenciales del próximo año, así el gasto público habrá de crecer de forma descomunal para buscar electores contentos.

El peligro no está evidentemente en que la autoridad electoral pudiera sancionar los actos ilegales, el peligro está en los eventuales desequilibrios fiscales que pudiera provocar un gasto extraordinario destinado a los programas asistencialistas y al final acelerado de las obras de infraestructura prioritarias del régimen.

Hasta ahora, el único pronóstico infalible para la segunda mitad de este 2023 es que tendrá una enorme y desbordada carga político-electoral.

 

    @campossuarez