hector zagal - Diario 24 horas

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

En vista de que no me invitaron a la coronación, voy a tener que seguir la transmisión en vivo. Estaré despierto toda la madrugada del sábado pues, con las fabulosas ocho horas de diferencia, la ceremonia comenzará a las 2 a.m. aquí en México. Me gustaría decirles que me seguiré de fiesta, pero no creo que mi cuerpo aguante y tampoco conozco a alguien que haga fiestas a las ocho de la mañana.

Hablando de eso, es curioso el gran rating que tiene la monarquía inglesa. Podemos referirlo a tradiciones y costumbres, pero en el fondo a todos los seres humanos nos gustan este tipo de ceremonias. Son coloridas y pintorescas, nada que ver con las republicanas.

Digan lo que digan, a nosotros nos gustan los trajes, la extravagancia y el simbolismo. Como espectadores, preferimos mil veces una coronación que una toma de protesta, pues esta última suele ser insípida; todo es simple, acartonado y ni los invitados ni los nuevos presidentes van vestidos de traje de etiqueta.

La coronación del rey Carlos es el ejemplo perfecto de cómo desparramar dinero en favor del espectáculo. Fijémonos tan sólo en cómo está dispuesto el evento.

La primera etapa es el reconocimiento. Dentro de la Abadía de Westminder, el arzobispo de Canterbury presentará al futuro monarca a la congregación reunida y en el coro resonará “¡Dios salve al Rey!”.

Posteriormente, Carlos tendrá que hacer el juramento. Protestará defender las leyes de la Comunión anglicana, pero no ante una constitución escrita, debido a que Reino Unido basa sus leyes en la costumbre jurídica, en el Common Law.

La tercera etapa es la unción. En ella, Carlos se sentará en la silla de la coronación y será tapado con una tela dorada. Mientras tanto, el arzobispo se acercará a él y procederá a ungirle las manos, el pecho y la cabeza con óleo santo. Claro, todo esto lo hará con la Cuchara de Coronación, la cual mide más o menos 27 cm de largo, está fabricada en plata dorada, tiene forma de cuenco y la decoran piedras preciosas y perlas.

Luego sigue la investidura, donde el rey recibe el Cetro de la Paloma, que simboliza la espiritualidad y el nivel pastoral del soberano; el Cetro de la Cruz, que representa el poder temporal y el buen gobierno, y finalmente, el Orbe del Soberano como la representación del mundo cristiano y el poder del monarca.

Durante la investidura también se coronará al rey con la corona de San Eduardo, la cual fue creada en 1661, está hecha de oro macizo de 22 quilates, tiene más de 3 mil piedras preciosas incrustadas y pesa 2.23 kilos. Por fortuna para el cuello de Carlos, después cambiará de corona y utilizará la del Estado Imperial. Ésta es menos extravagante y pesada, aunque no deja los lujos detrás: tiene más de dos mil diamante, perlas, zafiros, rubíes y esmeraldas.

Por último, el rey Carlos bajará de la silla de coronación para sentarse en el trono. Ahí, los pajes se arrodillarán ante él y le presentarán sus respetos. Después regresará al Palacio de Buckingham, se reunirá con los demás miembros de la Familia Real (no me pregunten si Harry ya confirmó) y se irán al balcón para saludar al pueblo y dar por concluida la ceremonia.

Literalmente, es todo un show la coronación y, en este caso, con 74 años de espera, hay mucha expectativa detrás. Carlos es el miembro de la familia real que más ha tardado en ser coronado. Veremos qué tal le sale su tan pero tan añorado momento.

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana