ANDES
Foto: AFP / "Para los que creemos que existe el infierno, yo esa noche viví el infierno", dice Harley, de 70 años, sentado junto a Carlos Páez, de 68  

Recuerda que era una noche sin luna, de cielo nublado, tormentoso. Escuchaba gritos. Una mujer chillaba. A sus pies, un chico al que le faltaba un pedazo de cara se atoraba con la sangre. “No tuve el coraje de arrimármele, de agarrarle la mano, de reconfortarlo. Yo tenía miedo. Tenía mucho miedo”.

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Así relata Roy Harley la primera noche que pasó en la cordillera de los Andes hace 50 años, cuando ocurrió el accidente de avión que daría lugar a una de las historias de supervivencia más extraordinarias en la historia de la humanidad.

El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya había partido desde Montevideo dos días antes con 45 personas a bordo: un equipo de rugby amateur compuesto por jóvenes ex estudiantes de un colegio católico, algunos familiares y la tripulación. Se dirigían a Santiago de Chile para jugar un partido, pero una tormenta los obligó a hacer escala en Mendoza, Argentina, donde pasaron la noche.

Al día siguiente, el 13 de octubre de 1972, aunque las condiciones climáticas seguían siendo inestables, despegaron. Minutos después, la nave se estrelló contra las montañas heladas, a 4 mil metros de altitud.

“Para los que creemos que existe el infierno, yo esa noche viví el infierno”, dice Harley, de 70 años, sentado junto a Carlos Páez, de 68.

Ambos integran el grupo de 16 que logró salir con vida de la cordillera luego de permanecer 72 días en el fuselaje del avión, con temperaturas de 30 grados bajo cero y tras verse obligados a tomar la compleja decisión de ingerir la carne de sus compañeros muertos para subsistir.

“No es una historia trágica. La veo al revés: somos afortunados. Es una historia maravillosa, espectacular. Una historia que además tiene vigencia, 50 años después”, asintió Harley.

Amigos desde la infancia, ambos siguen con el recuerdo vívido de aquellos días a pesar de las cinco décadas transcurridas.

Pero no tienen pesadillas ni sensaciones de tormento. Ni siquiera con el elemento de la historia que generó más curiosidad y controversia: la antropofagia.

 

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